sábado, 31 de diciembre de 2011

Las campanas de la iglesia están sonaaaaando...


31 de diciembre: fuegos artificiales y lágrimas naturales


Este 31 de diciembre tiene todo el potencial para convertirse en el mayor festival de lágrimas de mis 27 años de vida. Los elementos en juego:

1) De por si los 31 tienden a ponerme más blandengue que una novia el día de su boda. No existe en mi calendario una fecha con mayor carga de nostalgia. Se mezclan en mi cabeza todos los recuerdos de 31s pasados aunados a los momentos tristes y alegres del presente año, aunados al alcohol que esté ingiriendo en el momento y todo resulta en un desastre emocional que nunca se cómo manipular. De niño solía mirar extrañado a los adultos que me abrazaban a las doce, se aferraban a mí en llanto desbordado, como si hubiesen ganado un premio de la academia y yo fuese la estatuilla. El pequeño Pedro nunca lograba entender por qué un momento que parecía tan festivo, con los fuegos artificiales por doquier y la música a todo volumen, podía resultar tan deprimente. Pero ya lo entiendo. Lo entiendo bien. Si veo a un niñito divirtiéndose sin una sola lágrima este 31 lo voy a sentar y le contaré todo lo que se le viene en los próximos años hasta que le quite la sonrisa de la cara. Bueno, quizás no lo haga, pero lo pensaré.

Incluso si se es un ser estoico, de esos que no lloran ni cuando se lastiman un dedo con un martillo, no concibo cómo un ser humano puede conservar el temple cuando al acercarse las 12 suena esta joya. Juro que la escucho en un día cualquiera y se me pone la piel de gallina. Para aquellos que no son de estos lados, esta canción fue creada con el sólo propósito de hacer llorar a todo el que la escuche este último día del año. Vamos al siguiente punto porque se me quiebra la letra...

2) Ahora me encuentro en Boca de Uchire, pueblo playero del oriente venezolano. No sé qué tiene la playa, pero ayer caí en cuenta de que ha sido el escenario de las conversaciones más profundas de mi vida entera. Los momentos más compenetrados que he tenido con mis padres han ocurrido en orillas. No se si es el sonido de las olas o la sensación de la arena en mis pies, pero hay algo terapéutico ahí. 31 playa = lagrimaratón.

3) Bueno, no se si saben, pero yo vivo en Buenos Aires y tal. Así que de por si volver a la patria de origen pone en funcionamiento un complejo engranaje de sentimientos. Todo es un recuerdo, una añoranza, un sentimiento atravesado, una cosa loca. Basta con vivir un tiempo afuera para que todo en Venezuela lo sobredimensiones, desde lo bueno a lo malo, todo adquiere otras proporciones. Una hayaca hecha en familia ya no es una hayaca. Es algo más. Y esa bendita cancioncita se vuelve venenosa... Dios, ¿por qué existe esa canción?

4) Tendré a mi madre a mi lado. Puntos suspensivos...

Todo esto suma a que sea un 31 lacrimoso. Pero lo más loco es que no lo cambiaría por nada del mundo. Quizás haya algo de masoquismo, pero todo esto es lo que hace que el 31 sea perfecto. Incluso la cancioncita esa. "Faltan ciiiinco pa' las doce, el año va a teeeeerminar...". Es que ni el mas estoico....

Aprovecho la oportunidad para agradecerle a todos por formar parte de Buenos Aires: Infiltrado este año. Sinceramente ha sido muy divertido poder compartir semanalmente este espacio con los lectores y la receptividad ha sido mucho mayor de la que imaginé. Por todo eso pues muchas gracias. Espero sigan visitando el blog el venidero año y lo puedan recomendar por sus redes sociales cuando les salga del... Cuando les parezca apropiado... Les recuerdo además que sus sugerencias y comentarios me ayudan a mantener el blog fresco y ameno, así que sigan enviando todo eso que será bien recibido.

Les deseo a todos un feliz año. Venezolanos y no venezolanos, argentinos y no argentinos, infiltrados y no infiltrados... ¡Felicidades a todos!


Pedro, el infiltrado





sábado, 24 de diciembre de 2011

Navidad Infiltrada




Quería hacer una entrada acerca de la navidad en Buenos Aires, las costumbres, la comida y todo eso. Pero me encontré con un pequeño inconveniente:  jamás he pasado una navidad en Buenos Aires. Es más, estas líneas las escribo desde mi linda Caracas, esa de las decoraciones desmedidas y los centros comerciales que se desbordan de gente en época festiva. Y es que el tiempo me ha enseñado que la navidad es para pasarla en familia, comiendo como unos cerdos y tomando como unos locos.  Y yo no sé si estaría dispuesto a pasarla de ninguna otra manera. Estar lejos de la gente que uno quiere durante estos días no es buen negocio. Y el internet y todo eso está bien, sí... Pero un abrazo bien dado no lo va a suplantar ni toda la tecnología del mundo. Yo puedo asegurar que pasar estos días acá riéndome en mi propia jerga, con aquellos con los que siempre he pasado diciembre es algo que me llena como muy pocas cosas hacen. 

No sé si la navidad acá es mejor que allá. Se que para mí lo es. Pero supongo que si mi familia fuese de Belice, también moriría por pasarla allá (mis disculpas con los lectores de Belice. Supongo que su país tiene su encanto, pero me parece que deben hacer más por promocionarlo porque yo no lo conozco).    Creo que perdí el norte de esta entrada, pero el júbilo nubla un poco mi coherencia. Sólo deseo que todos los lectores de Buenos Aires: Infiltrado, pasen una feliz navidad y que vivan sus costumbres particulares al máximo. Disfrútenlas, gócenlas, explótenlas, porque así sean venezolanos, argentinos, polacos, australianos o beliceños (así es, beliceños...) nuestras costumbres nos hacen especiales y la mejor navidad del mundo es sin duda alguna la que vivimos con los nuestros al lado.  


Pedro, el infiltrado. Y jo   jo   jo

miércoles, 30 de noviembre de 2011

La distancia entre Nueva York y Buenos Aires

En el capítulo de hoy no hay muchas risas. Pero bueno, no está mal ponerse serio a veces pues... Este es un escrito que tenía tirado por ahí y me provocó compartirlo. Tiene que ver un poco con la distancia, con la familia y con una cosa que se llama Skype que están usando los muchachos hoy en día. Bueno, sin nada más que agregar, agárrense de la brocha que nos llevamos el andamio...


La distancia entre Nueva York y Buenos Aires

Hombre caraqueño menor de 30 años sale al exterior a hacer su vida, a buscar su destino. El miedo de vivir solo lo agobia, le quita el sueño en las noches, le nubla la mente en el día. La nueva ciudad lo marea, por momentos se lo come vivo. Su familia se torna cercana a pesar de la distancia. No lo sabe en el momento, pero lo difícil de esta etapa formará, más que ninguna otra, la persona en la que se convertirá.  Es la historia de mi padre en Nueva York en los 70. Pero también es mi historia en Buenos Aires en la actualidad.

El paralelismo entre ambos viajes siempre fue evidente para los dos. Cuando me acompañó a instalarme en la capital argentina hace dos años aumentó exponencialmente la frecuencia con la que echaba esos cuentos neoyorquinos, que me había echado a lo largo de toda mi vida. Puedo recitarlos al pelo: en el 72 inició su carrera diplomática en Naciones Unidas, con sede en Manhattan. Desconocía la ciudad, el idioma y las costumbres. Comía mucho en la calle, llevaba toda su ropa a la lavandería y dependía casi completamente de una mujer que iba a su apartamento a limpiar. Siempre le coloqué a sus historias, ese matiz medio mítico que toman las anécdotas de nuestros padres cuando somos niños. Aunque todo, con el tiempo, ha ido cobrando un sentido distinto, extrañamente familiar (la mujer que limpiaba en mi apartamento mi primer año acá se llamaba Raquel, a propósito). Pasaron casi 40 años entre ambas experiencias, pero poco ha cambiado. Bueno, quizás el desborde de avances tecnológicos que nos invaden todos los días y que vuelven ínfimas todas las distancias. Pero no mucho más.


La madrugada de febrero en que mi papá se fue de Buenos Aires fue algo traumática para ambos. Hubo llanto contenido, abrazos extra fuertes y varios “más tarde hablamos” que poco servían de consuelo. Nunca me lo dijo, pero sospecho que ese viaje en avión de vuelta a Caracas debió haber sido de los más difíciles de su vida. Pero esa noche Skype y él se conocieron, y cualquier posibilidad de comparar los 70 y la actualidad, murió al instante. Escribiendo esto siento un temor de convertir mi escrito en algo publicitario sobre las bondades de Skype y las nuevas tecnologías, un infomercial disfrazado de artículo de opinión. Pero es que vale poner las cosas en perspectiva: mi papá le escribía a mi abuelo cartas que se tardaban dos semanas en llegar y cuyas respuestas tardaban otras dos semanas en volver. Con los 5 días de por medio que le tomaba a mi abuelo redactar una carta a mano eso sumaba un mes y una semana para completar un intercambio. ¡Un mes y una semana! Las llamadas eran muy costosas, así que esa no era una opción. Ayer le mandé un mensaje por celular para que se conectara, y a los 3 minutos no sólo estábamos hablando sino que nos podíamos ver.




Con esto no pretendo despotricar contra los tiempos de antaño ni mucho menos. No puedo negar el encanto que tenía escribirse cartas a mano, ni lo relajante que es imaginar estar desconectado de todos los medios tecnológicos de los que hoy tanto dependemos. Pero imaginar la distancia y la soledad tal cual las vivió mi papá me ayuda a poner mi experiencia en perspectiva y me permite dormir más tranquilo en las noches. Aquel día de febrero, cuando llegó el momento de colgar la llamada de Skype, mi papá vio fijamente en la pantalla, sonrió y me dijo “nos vemos mañana”. Puedo apostar que la Nueva York de los 70 estaba en su mente.


Pedro, el infiltrado



miércoles, 23 de noviembre de 2011

Diccionario argentino-venezolano, parte 2

Imagen conceptual que poco o nada tiene que ver
con la entrada.  Pero lejanamente ilustra. Muy lejanamente...


A esto de las secciones recurrentes me cuesta un tanto darle continuidad. Pero lo importante es no rendirse. La sección del diccionario argentino-venezolano nació con el mismo blog así que hay muchos que le tienen un cariño especial, incluyéndome. Publiqué un recopilatorio hace unos meses acá. Aquellos que no lo han visto échenle una ojeada para que entiendan el tonito. Bueno, vayamos a las palabras que es lo más divertido y ya no aguanto la ansiedad.

Pochoclo: La palabra elegida por los argentinos para definir el maíz inflado, ese que popularmente se consume en salas de cine y se puede encontrar con facilidad debajo de las butacas. Me parece que se origina de una traducción de corn, en esta zona conocido como choclo. O sea corn=choclo, popcorn=pochoclo. Es posiblemente el producto con mayor cantidad de variaciones en la lengua castellana, conocido como cotufa en mi país, crispeta en Colombia, palomita de maíz en México y España, pororó en Paraguay... El día que nuestro continente tenga un solo nombre para esta bendita golosina empezará la unión latinoamericana en serio... Bueno, quizás no, pero podría ser un buen inicio.

Piola: De acuerdo a mis últimas investigaciones puede tener dos acepciones. Por un lado es una persona con viveza, un avión, como le decimos en mi Venezuela querida. Por otro lado también se le puede decir así a algo que está bueno, o que está bien. Por ejemplo:

- "Este diccionario está piola, infiltrado".
- "Muchas gracias, amigo lector".

Chanta: Un sujeto que dice ser lo que no es. Y se lo cree. "A eso le dicen mojonero en mi tierra", me dice por aquí un miembro de la comitiva editorial del blog.

Chango y chongo: En realidad no tienen nada que ver una con la  otra, pero quería verlas juntas, así como si fuesen el nuevo dúo de reggaeton en boga. Chango es un carrito de supermercado. Changuito, para los amigos. Chongo es un sujeto con el que una mujer se acuesta una noche y luego desecha. "Un chico potable", como muy bien lo definió Gladys, una típica amiga argentina. Un chongo puede llevar un changuito, y un changuito puede llevar un chongo adentro. Chongo, chango, Chango, chongo.

Copado: Algo que está bueno. En superlativo: Re copado.

Chivar: Esta significa sudar. Pero me parece que tiene una connotación un poco más ordinaria, como para decir entre amigos que juegan fútbol y al salir de la cancha todos malolientes se sientan a tomar cervezas y tal. Ahí, en ese contexto, con grandes dosis de testosterona está bien decir chivar. Con solo una mujer presente ya no. Ojo con eso.

Morocha: Originalmente la había escuchado aquí, en el minuto 3:27. Pero siempre asumí que se refería a una muchacha que tenía una hermana igualita. Pues no, una morocha es una morena. Y no es nada más acá en Argentina. En casi toda Latinoamerica.  Los únicos que le decimos morochas a las gemelas somos los venezolanos. Es más, ya que estamos en el tema, también somos los únicos que le decimos catiras a las rubias. Si inventamos, nojoda...

Bombachita: Significa ropa interior femenina. Es una de esas palabras a las que me podría acostumbrar a decir sólo por el hecho de lo ordinaria que suena su contraparte venezolana. Pantaleta debe ser una de las cinco palabras más feas del idioma castellano, quizás al lado de diarrea y sobaco. Así que bombacha es un cambio bienvenido. Al igual que...

Locutorio: En Venezuela le solía decir centro de comunicaciones, y es un poco largo para mi gusto. La otra era llamarlo cyber (se lee saiber e incluso se escriben así en algunas partes de Venezuela). Pero eso nunca fue de mi agrado tampoco. Locutorio está bueno, suena bastante serio y se dice sin problema en un sólo respiro.

Listo. Se acabó la segunda entrega del diccionario. Como siempre les digo que cualquier comentario lo pueden dejar al final de cada entrada o escribirme al pedrocamacho84@gmail.com. Ahí será analizado, clasificado y digerido.

Re copado.

Pedro, el infiltrado









domingo, 20 de noviembre de 2011

Carta abierta a mis futuros visitantes

Esta semana tuve de visita a Andrés, un gran amigo venezolano, aquí en los predios de mi apartamento. Con su visita ya van unas 700 personas que me han venido a visitar en los dos años y medio que llevo en Buenos Aires, si no se me escapa nadie. Por momentos en esta entrada habrá una sensación de que me estoy quejando de la gente que ha venido. Pero nada más lejos de la verdad. Agradezco todos los días haber podido conocer a su lado muchas cosas esta ciudad. Sin embaaaargo... Soy quejón por naturaleza. Así que aquí va una lista de cosas a tomar en cuenta si vienes a visitarme en el futuro.

El autobusito turístico de Buenos Aires que ahora 
para en mi casa a buscar turistas después de la casa rosada




  • Tendrás llave, un celular y una camita en una sala. Ah, y una toalla y sabanas limpias. Es como un hotel, pero lamentablemente no pagas nada. Lamentablemente para mí, tu debes estar bien contento por ahorrarte unos cobres.
  • Habrá momentos en los que no puedo estar contigo merodeando por toda la ciudad. Sí, yo sé que no es lo ideal, pero yo tengo cosas que hacer acá, así que necesito que entiendas que habrán días en los que tendrás que caminar tu solo. Por ende, es importante que tus primeras dos jornadas a mi lado  prestes atención a las indicaciones que te digo en cuanto a la ubicación del metro y las distintas líneas de colectivo que pasan por el edificio. Si no prestas atención pasarás de estar perdido en la belleza de la ciudad a estar perdido en la ciudad y punto.  Me llamarás y te diré de lo más condescendiente: "ah, yo juraba que te había dicho como llegar...".
  • La primera empanada que probó mi amiga Gaby cuando vino era bastante mala. Más nunca probó empanadas argentinas. Lo mismo pasó con Andrés y las facturas la semana pasada. La presión está sobre mis hombros y debo hacer lo posible porque cada cosa que pruebes sea lo mejor que la ciudad tiene para ofrecer. Pero ten paciencia. Una empanada desabrida no las representa a todas. Hay que besar muchos sapos antes de encontrar la empanada que te guste. O algo así...
  • Yo sé que quieres hablar de Chávez. E incluso si no quieres, la experiencia me ha demostrado que no vas a poder evitarlo. Así que hazlo. Pero no te excedas. Supongo que estás aquí para distraerte un poco de aquello, ¿no? Bueno, entonces limita la cosa. O te propongo que trates de comprimirlo todo en un par de días en los que digas todo lo que te de la gana acerca de él y luego lo olvides por completo.
  • Espero traigas unos buenos zapatos para caminar. Si algo se hace en esta ciudad es moverse a pie. Y conmigo más aún. Como siempre suelo decir, yo aprendí a caminar cuando era niño, pero lo he redescubierto en Buenos Aires. Así que prepárate porque tiendo a pensar que todo está a una distancia peatonal prudencial, incluso si queda a 45 cuadras
  • Aquí puedes caminar de noche con tranquilidad. Relájate. Pero no demasiado. No estás en Suiza tampoco. No olvides esto. Será común regresar a las 3 de la mañana así sea de haber ido a tomar cervecitas y comer empanadas. Empanadas buenas, te lo prometo. 
  • No olvides traerme mi harina PAN y mi Nestea. Ese es el peaje por quedarte en mi morada. Y bueno, que te conozca de antes y que me caigas bien. No es que ahora cualquier persona que traiga Nestea y harina tiene pase libre a mi casa. Ojo con eso.
Otra forma de pagar el peaje
  • Por el bien de que te ahorres aún más reales (¿te mencioné que ya no vas a pagar estadía?) no tendrás que pagar ningún paquete turístico en la ciudad. He ido tantas veces a Caminito, al cementerio de la Recoleta y todos los demás sitios que ya puedo contarte las historias como si las hubiese vivido en carne propia. Lo de la Recoleta incluso me impresiona a mi mismo. Me sé la ubicación de todas las tumbas del tour de memoria e incluso le he incorporado algunas de mis tumbas favoritas que he descubierto yo solito. 
  • Por último, es recomendable que leas este blog con regularidad. Algún día se convertirá en la guía más completa para venezolanos y demás extranjeros en Buenos Aires. Y además me vas a ahorrar mucho tiempo de tener que explicarte cosas que ya aquí están explicadas con bastante claridad. Ya he pescado a unos cuantos que dicen haberlo leído y luego me hacen preguntas como "¿qué es eso del mercado central?" o "¿cómo es eso que aquí los hombres saludan de beso". 
Bueno, ya con todo esto aclarado queda decirte que debes informarme que vienes por lo menos unas tres semanas antes para ver si tengo disponibilidad en esos días. ¡Luego de que te ve el visto bueno serás completamente bienvenido! Y el Nestea que sea de limón.

Pedro, el infiltrado




miércoles, 9 de noviembre de 2011

Primer capítulo: ¿Que decís, tachero?



Un gran pensador me dijo alguna vez que para entender bien cómo funciona una ciudad había que hablar con sus taxistas. Que había muy poco de lo que no sabían o al menos muy poco de lo que no opinaban. La política, el clima, la crisis económica mundial, la inseguridad, las propiedades de la medicina homeopática, los beneficios de la margarina... Absolutamente nada escapaba su radio de conocimiento. Aquel pensador me decía que en sus viajes había aprendido más de las distintas idiosincracias que visitaba de boca de los taxista que de los guías turísticos (y vaya que ese hombre viajó en su vida...). Así que dedicado a mi padre (ese gran pensador en cuestión) inicio esta nueva sección de entradas dedicadas a los taxistas porteños y las experiencias que he vivido en los asientos traseros de sus vehículos. 

Antes de continuar aclaro que tachero es como se les dice coloquialmente a los taxistas aquí. He estado buscando la razón por la que se usa esa palabra, pero no la he encontrado. Lo mejor que pude conseguir fue que se les dice tacheros porque a los taxis se les dice tacho... No es muy útil que digamos... Si alguien sabe una respuesta mejor, por favor hágala saber. Los dejó entonces con la primera entrada de la sección del blog titulada "¿Qué decís tachero?".  Recomiendo leerla en tono de film noir, con este tema de fondo: Soundtrack de "¿Qué decís tachero?"






¿Qué decís, tachero?
Capítulo 1

Llevaba sólo tres semanas en Buenos Aires y ya tenía mi primer trabajo asignado por Sala de Espera, la revista en la que trabajo en Venezuela. ¿La asignación? Tenía que ir a entrevistar a Catherine Fulop en su casa, en un barrio privado a las afueras de Buenos Aires. Sí, la Catherine Fulop, Abigail en persona. Solicité un servicio para ir a su casa. El tachero se llamaba Jorge y nos hicimos amigos de inmediato, yo con mencionar a quien iba a entrevistar podría haber entablado conversación con quien sea. Él me contó que hacía viajes con frecuencia para distintas celebridades argentinas. Las mencionó pero no reconocí a ninguna. Me dijo incluso que a Fulop la había llevado, pero que ella probablemente no se acordaría de él. 

Foto en blanco y negro para ambientar aún más


Al llegar a su casa cuadramos una hora para que me pasara buscando de vuelta y me pidió que por favor me tomase una foto con ella, como si de alguna manera eso le diera la sensación de que había entrado conmigo a su casa. Pasaron las horas, pasó esto y luego me reencontré con Jorge para regresar a mi morada. "¿Y?", me preguntó apenas arrancamos. "Tenés la foto?". Saqué mi cámara, le sonreí y le dije: "lo prometido es deuda, hermano". 

Catherine y yo. Ella es la de la derecha.


Le enseñé la foto. Nos reímos y le conté cómo había sido todo. Jorge fue una de mis primeras ventanas hacia la cordialidad argentina, hacia su particular humor ácido. Más nunca nos volvimos a ver. Pero entre nosotros siempre quedará Catherine.




Fin.

Pedro, el infiltrado




miércoles, 2 de noviembre de 2011

Gustavo, Domingo en Llamas y la gira porteña

Yo creí que conocía a Gustavo. A lo largo de este año él y Vanessa, su novia, habían sido de mis más constantes amigos en esta ciudad. Los conocí a través de Sergio Porras, un amigo en común que vino a la ciudad en abril de este año, si mal no recuerdo. A partir de entonces nos hicimos todos buenos amigos. Nuestra amistad se alimentaba principalmente de lo que se alimentan la mayoría de las amistades de venezolanos afuera: compartir datos de supervivencia en la ciudad y quejarnos de lo mucho que extrañamos la comida venezolana. Pero además salpimentábamos todo esto con buenas dosis de humor .   Incluso fueron los elegidos por Vicky y yo para preservar el milenario secreto del mercado central (Oda al mercado central). Él, un músico luchando por ganarse sus reales en Buenos Aires. Ella, una fotógrafa... También luchando por ganarse sus reales en Buenos Aires. Sabiendo todo esto, pensé que conocía a Gustavo. Pero creo que es difícil decir que conoces a Gustavo Guerrero hasta que lo ves con una guitarra en la mano.

Gustavo, con lentes sentado a la izquierda. 
Yo, con lentes, parado a la derecha.

La verdad no entiendo muy bien cómo en todo este tiempo nunca lo presencié tocando guitarra. Mientras más lo pienso se me hace más inconcebible.  Pero así fue. Recién la semana pasada lo ví por primera vez punteando y charrasqueando. Actualmente se encuentra tocando en locales, casas y parques a lo largo y ancho de Buenos Aires con un proyecto bien particular.  Su compañero principal en esta gira porteña es José Ignacio Benítez, aquel de Domingo en Llamas (http://www.myspace.com/domenicodotticon), aquel de los ocho discos encima, todos grabados y ensamblados por su cuenta. Junto al baterista caraqueño Simón Hernández y sus respectivas consortes, están conviviendo todos en un departamento de dos espacios y un sólo baño, unidos en nombre de la buena música.

Este video lo grabó mi amigo Ricardo. 
Vacilen varios más en su canal de Youtube haciendo click aqui


Este videito es del toque que hicieron en un local llamado espacio Dadá. Son en realidad dos proyectos en simultaneo: tocan algunas canciones de Domingo en Llamas y algunas compuestas entre Gustavo y José Ignacio con par de seudónimos rimbombantes: Augusto Bracho y Moises de Martín. Ese fue el primero de los toques en Buenos Aires pero los tipos le están dando duro y como ese quedan un montón más. Si aún no los han escuchado es alta recomendación de este blog, la primera recomendación musical que hacemos en Buenos Aires: Infiltrado. Y no es porque Gustavo sea mi amigo.  No es tampoco porque sea un monstruo en la guitarra y merece ser visto. Ni siquiera hago la recomendación porque además unos amigos y yo los estamos grabando durante todos sus toques para hacer un documentalcito del viaje. No, la recomendación va porque la música es buena y aún el disco no está editado. Así que la cosa es en vivo, ¿OK? 

Te preguntarás: "Pero, Pedro, ¿cómo hago para poder ver este supergrupo en vivo en Buenos Aires?". Pues es sencillo, amigo lector. Una de las vías es ingresando al grupo de facebook de Domingo en Llamas. Otra de las formas es comunicándote conmigo vía mail para que te pase info de algunos toques más "clandestinos" de capacidad limitada. Y la última forma es que divagues por la ciudad esperando correr con suerte y encontrarlos tocando en alguno de los cien mil bares que tiene Buenos Aires. Esa última opción no la recomiendo demasiado, pero cada quien que haga lo que quiera.

Por último me despido con una anécdota para ilustrar lo de Gustavo y sus cuerdas mágicas. Una noche regresé a mi casa después de haber grabado al grupo todo el día y me senté a hablar con Vanessa, una buena amiga en Venezuela, por Internet. El novio de ella es guitarrista de los Telecaster, un grupo caraqueño. Le contaba que venía de grabar a un amigo guitarrista llamado Gustavo. Ella me preguntó el apellido. "Guerrero", respondí yo. Hubo un silencio. "Carlos me dice", dijo Vane por fin, "que le mandes a decir que lo admira y que ese es el mejor músico en esta vaina". ¿El mejor músico de Venezuela? Increible... Y yo creía que conocía a Gustavo...

Pedro, el infiltrado


viernes, 28 de octubre de 2011

El perreo



Por el bien de esta entrada el lector debe trata de omitir en su mente la reja gigante que dice "La plaza no se toca" en el video y concentrarse en el colorido personajes con la manada de canes a su alrededor. El ejercicio es sencillo, es similar al de omitir el título de la entrada que parece más relativo a un ensayo sobre el reggaeton que sobre el tema que nos importa: los paseadores de perros. El personaje (que de ahora en adelante llamaremos Matías porque así le gusta ser llamado) lo grabé junto a unos compañeros de la maestría para un ejercicio de clase, como sujeto fundamental en la vida de un parque, el parque Las Heras. Y es que Buenos Aires tiene montones de estos personajes merodeando por sus calles, ganándose sus cobres caminando perritos y perrotes de parque en parque, limpiando sus mierdas (las de los perros, quiero decir) y, como en el caso de Matías, a veces hasta buscándoles conversación.

"A ver si entiendo... Me va a sacar un extraño a dar vueltas?
Bueno, no me mata la idea, pero está bien, probemos."

Para entender por qué pululan en tal magnitud los paseadores de perros en Buenos Aires es importante entender que la población de perros en esta ciudad es enorme. Lo sé principalmente por la cantidad gigantesca de mierda que he tenido que esquivar en la calle. Puedo contar con una mano las veces que he visto a alguien recoger lo que su perro deja caer y con dos manos las veces que he tenido que devolverme a mi casa para quitarme residuos de la suela de mi zapato. Esa proporción no está nada bien. Pero me desvío del tema. Lo cierto es que la cantidad de perros ha hecho del paseador un oficio bien remunerado. Matías vive de trabajar en eso, no hace más nada. Y como él hay un montón, desde los que sólo caminan unos dos o tres hasta algunos que he visto caminando por ahí con hasta 16 perros. Sí, leíste bien: diez y seis. Algunos han llevado el asunto a otras variaciones como el tipo que camina perros mientras maneja su bicicleta, como si llevase una especie de trineo urbano.

Cruce de cebras. Y de perros...

Tengo una amiga en Venezuela que siempre me dice que considere pasear perros. La idea nunca ha tenido buena acogida en mis adentros porque no soy una persona muy dada a los animales. Creo que esa es la razón por la que admiro a estos sujetos, la razón por la que Matías siempre me pareció un tipo excepcional. En más de una ocasión, cuando lo presencié hablarle a sus perros, sentí que estaba sinceramente esperando que en cualquier momento le respondiera uno, como si no le fuese a sorprender en lo absoluto el día que alguno le dijese: "¿qué hacés, Mati?".

Así que levanto mi copa por el paseador de perros. Buen trabajo con el mejor amigo del hombre. Al menos de que seas de los que no limpia la mierda. Ahí si me caes mal.

Pedro, el infiltrado.




lunes, 24 de octubre de 2011

El beso con barba

Sin duda alguna la costumbre argentina con la que me ha sido más difícil congeniar es la de saludar a otros hombres con un beso en el cachete. Es más, creo que se cumplirá el tiempo que me toque vivir en esta ciudad y jamás lograré incorporarla a mi repertorio. Supongo que inconscientemente no he querido acostumbrarme por temor a lo que podría pasar en Venezuela si llego a saludar de beso a algún primo o amigo. Sé que terminaría en una trifulca seguro y nunca he sido muy peleador que digamos. En mi vida he saludado de beso a dos hombres: mi papá y mi tío Arturo. Y aún así estoy casi seguro de que, de hacerlo hoy día, quizás me quitarían el habla por unas horas.

 Imagen de una reunión de mi familia
  el día que se me ocurra saludar de beso a algún primo

                     

Pero lo que para nosotros allá arriba es impensable, acá abajo en Buenos Aires es de lo más común. No sé de dónde vino esa costumbre pero todo el mundo lo hace y es de lo más normal.  Yo lo descubrí en una fiesta a los pocos días de mi primera visita. Era en casa de un amigo de mi buen amigo Mauricio, una reunión de él y sus excompañeros de secundaria. Uno tras otro fueron saludándome de beso en el cachete y yo, con mis 25 años de crianza caribeña encima no pude evitar incomodarme. En aquel entonces fui rodando mi silla hasta quedar en una ubicación difícil de llegar, que obligase a los que llegaban tarde a saludarme con un saludo a distancia. Pero luego de pasada la reunión y haber logrado esquivar al menos unos 10 besos, caí en cuenta de que me tocaba acostumbrarme a la tradición del saludo si quería convivir y hacer amigos en Argentina (de la misma manera que tuve que acostumbrarme a tomar mate en reuniones si no quería ser excluido y execrado de la sociedad, pero esto del mate lo dejaré para otra entrada).

      ¿Besar o no besar? He ahí la cuestión...


En la actualidad ya lo hago sin mucho problema. Sólo en los momentos en que me toca saludar a aquellos con un grosor de barba similar o mayor al mío suelo ser escurridizo y apelar mas bien a abrazarlos  con la cabeza inclinada hacia abajo para evitar roce de caras. De verdad que lo de barba contra barba es demasiado fuerte para mí aún. Aún me gustaría conocer el por qué de esta costumbre. Imagino que tiene que ver con la influencia europea de Buenos Aires, pero no lo sé a ciencia cierta. Si alguien tiene respuestas o teorías hágamelas saber.

Chao. Besos a las mujeres. Y bueno, a los hombres argentinos.

Pedro, el infiltrado


lunes, 17 de octubre de 2011

Oda al mercado central

Caímos originalmente en el mercado central por la misma razón por la que tomamos la mayoría de las decisiones en nuestras vidas actualmente: por una cuestión económica. La recomendación vino de la mano de Octavio y Gloria, dos buenos amigos que ya no están con nosotros. No es que se murieron ni nada, es sólo que se fueron de Buenos Aires para México. Y ya no están con nosotros pues. A simple vista sonaba demasiado bueno para ser verdad: ¿un sitio en el que todo lo que podías comprar costaba menos de la mitad de lo que cuesta en el supermercado habitual? Pero es cierto. Todo lo que se ha dicho del mercado central es cierto. Yo fui testigo de ello. Fui una vez y mi vida jamás volvió a ser la misma. Tenía preparada una presentación de Powerpoint, así con dibujitos y plantillas, pero apelaré mas bien a enumerar las características. Simple is better.


1) El mercado central es lejos. Desde la puerta de mi apartamento hasta levantar la primera bolsa de cebollas uno se tarda aproximadamente una hora y media. El recorrido incluye un viaje en colectivo, una caminata de un par de kilómetros y un pedazo del trayecto nadando por un río. Mentira. Cero nado. Pero lo demás sí es cierto. Por lo general nos hemos acostumbrado a ver el viaje al mercado central como un paseo. Lo hacemos un domingo al mes, compramos galletitas, comemos choripanes, echamos cuentos, nos reímos. Incluso tenemos invitados especiales cada cierto tiempo para darle sabor a lo que se conversa en el trayecto. 

2) Toma tiempo ir perfeccionando cuánto comprar. La primera vez que fuimos compramos muy pocas cosas. La segunda vez compramos demasiadas y se dañaron varias. En el equilibrio está la clave. Una de las cosas más difíciles para mí fue entender cuánto es un kilo de cada cosa. Como es un mercado al por mayor, lo mínimo que uno puede comprar es un kilo y medio de cada una y es fácil dejarse llevar por las promociones que varían de acuerdo al día. Yo no sé ustedes, pero por ejemplo yo nunca me imaginé que 3 kilos de yuca (mandioca para mis amigos porteños) era taaaaaaanta yuca.  La semana que compré eso casi no pude comprar más nada (no cupo). Parecía Bubba, el compañero de Forrest Gump que conocía todas las recetas para camarones: yuca sancochada, yuca frita, buñuelos de yuca, yuca para la sopa, yuca horneada, bastoncitos de yuca...

3) A ver... ¿Qué será que podemos llevar para cargar cosas en el mercado central y no quedar jorobado de por vida?


¿Una maleta? ¿En serio? Bueno, ok... Imagino que se ve un poco exagerado llevar una pieza de equipaje viajero para el mercado, pero sinceramente es la cosa más práctica que he encontrado. Obviamente también tiene sus trucos. La primera vez que la usé salí del mercado con 2 kilos de fresa y dos de kiwi y llegué a mi apartamento con un coctel tropical ya batido en los bolsillos internos de la maleta. Un desastre. Pero aprendí de eso y ahora los jugos los preparo en casa y no en el colectivo.

4) Lo ideal para ir al mercado central es tener un buen congelador en casa. Bueno, en realidad lo ideal ideal es tener un carro para no tener que hacer esta travesía desgastante, pero lo del congelador es clave. Nosotros congelamos todo, desde el queso hasta la fruta picadita y guardada en bolsas para poder hacer jugo natural todo el mes. Incluso compré etiquetas para ponérselas a las bolsas. El congelador me convierte en una doña de esas que ven Utilísima.


Me parece que eso es todo por la edición de hoy de Buenos Aires: Infiltrado. Para más novedades sobre la vida porteña, inscríbanse en el blog. Para sugerencias, quejas o descargarse, escríbanme al pedrocamacho84@gmail.com. Para más información acerca de Utilísima entren a http://www.utilisima.com/ar. Los dejo con una foto de las nuevas tarjetas de presentación recién sacadas del horno. Estoy tratando de hacer correr la buena palabra del infiltrado.



Pedro, el infiltrado

viernes, 7 de octubre de 2011

Fútbol en la Capillita

"La primera regla de fútbol en la Capillita es: nadie habla de fútbol en la Capillita...
La segunda regla de fútbol en la Capillita es: NADIE habla de fútbol en la Capillita"


Aquellos que captaron la referencia a Fight Club, los felicito. Son exactamente el tipo de lectores que quiero en este blog. Aquellos que no, pues les tocará poner un poquito más de su parte para la próxima, ¿ok? Desde hace ya dos meses he estado asistiendo religiosamente a jugar fútbol 5 cada semana en una cancha del barrio Belgrano. ¿Los participantes? Un grupo formado mayoritariamente por venezolanos, todos empeñados en demostrar que son los próximos grandes talentos futbolísticos en el anonimato.

Bueno... En realidad no es para tanto. La noche de fútbol en la Capillita sirve más para drenar el estrés de la semana que más nada. No voy a negar que de vez en cuando hay algunos destellos de grandeza, unos relampagazos de buen fútbol. Pero lo de drenar es lo más importante, de ahí la referencia a la película de Brad Pitt. Bueno, de ahí y del hecho de que todos quedamos moreteados y caminando con dificultad el resto de la semana. Pero en paz. Fútbol en la Capillita es lo único que nos mantiene a veces alejados de robar un banco o secuestrar un colectivo. Para descansar los ojos, una foto mía el día del encuentro...



Según recuerdo, la iniciativa se disparó después de la gloriosa participación del seleccionado venezolano en la pasada Copa América. Bastó que pasase un evento así para que todos quisiéramos salir a buscar anotar nuestros propios goles. Y es que en la Capillita nos la creemos completa. Los habituales como Ricardo, José Saúl, Hernán, Wilmer y yo pasamos días preparándonos para el encuentro, lo llenamos de expectativa desde mucho antes, lo analizamos hasta la saciedad durante ratos después. Es más, ahora que lo pienso, la única regla de fútbol en la Capillita es que se habla un montón del fútbol en la Capillita. El juego transcurre tarde, muy tarde, a eso de las 11 de la noche. Yo para llegar debo agarrar metro y colectivo de ida y caminar 8 cuadras hasta el colectivo que me trae de regreso a las 12 y media de la noche. En chores. En invierno. Sudado. Pero sonriente

La única vez que falté fue el martes antes de mi cumpleaños. Agobiado por una gripe, mi mamá me prohibió salir de la casa. Yo traté de argumentarle que estaba bien mientras irónicamente le tosía un pedazo de pulmón a su lado y la nariz me chorreaba a cántaros. Probablemente haya sido lo mejor no asistir ese día, pero igual es difícil poner en palabras lo importante que es ese juego para mi paz mental. Es como el viernes de los tragos after office o la salida para la playa el fin de semana. Es una válvula de escape que todos necesitamos. Así sea tejiendo bufandas en un curso con ancianas, te recomiendo que, si aún no la tienes te vayas buscando tu Capillita desde ya.

Pedro, el infiltrado



jueves, 29 de septiembre de 2011

Noche de galerías



De las cosas que más disfruto de esta ciudad son las actividades culturales gratuitas. Para poner mi emoción en contexto lo dibujaré con una imagen: Tengo dos Pedros luchando constantemente en mí. Por un lado está el Pedro que se las da de bohemio, disfruta cine "artístico" en lenguas raras, le gustan los museos de arte contemporáneo, le entretiene conocer manifestaciones creativas de cualquier tipo siempre y cuando apunten a lo novedoso. Pero por otro lado hay un Pedro del cual no estoy muy orgulloso, el Pedro agarrado y que le cuesta un mundo gastar plata. Ese disfruta cinco veces más una comida cuando sabe que la va a poder pagar con descuentos, es capaz de pasar hasta cinco veces por muestras gratis de pasapalos y bebidas. No es ahorrativo, es más bien medio mezquino con la platita. Los dos Pedros están constantemente en pugna, pero han encontrado en Buenos Aires la posibilidad de convivir en un mismo cuerpo.

Aquí vieron gratis a Caetano Veloso, a Bajofondo Tango Club y a Fabulosos Cadillacs. Aquí se gozan anualmente la noche de los museos, de la que hablaré con más detenimiento en una próxima entrada.  Y aquí están disfrutando actualmente de la semana del arte en Buenos Aires, un evento en el que abren las galerías de cada barrio por una noche, con djs, eventos especiales y, claro está, bebida y comidita gratis... ¿Ya? ¿Están contentos los dos Pedros? Bueno, a ver, dense las manos y no discutan más...

El miércoles fue el turno del circuito de Palermo. En resumen la pasamos bien bonito. En el primer sitio nos llenamos de cotufas (hablando de cotufas... Aquí les dicen pochoclos, en Colombia crispetas, más hacia el norte palomitas de maíz... Todos estamos de acuerdo en miles de palabras pero el maíz aireado por algún motivo nos exacerba el patriotismo...). En el segundo tomamos Red Bull y a partir de ahí fue pura champaña. Champaña de la buena. Me tomé como cinco copas, pero pude haberme tomado como diez. Sinceramente si me hubiese tomado todas las copas que me ofrecieron me hubiesen tenido que arrastrar de regreso a la casa. Por otro lado hubo buen arte, o por lo menos la champaña me hizo percibirlo como bueno... No, no, estoy casi seguro de que era bueno. Casi. De todo un poco: algo de diseño gráfico, algo de pinturas en óleo, algunas esculturas. Muy variado y muy bien organizado. ¿Mencioné lo de la champaña gratis?

Y muchos espectadores esnobistas y pretenciosos. La mayoría de ellos con sombreritos tontos que creen que les hacen ver cool y tal... Como este tonto:


Clase de sombrero, ¿no? Bueno, este soy yo en la exposición que más disfruté y que más expectativa le había puesto: la del caricaturista Liniers. Con el pasar de las últimas semanas me he vuelto un admirador ferviente del tipo. Si no lo conocen les cuento que su cuenta de twitter es de las que más risa me produce (@porliniers, a propósito), su comic Macanudo lo sigo todas las semanas en un periódico nacional y sus entrevistas dibujadas me parecen de las ideas más originales que he visto en mucho tiempo (aquí les dejo una que le hicieron a Les Luthiers, pero hay una a Jorge Drexler, a Ricardo Darin, etc... Entrevista a Les Luthiers). El tipo es un fenómeno. Su exposición de ayer eran todas obras que ha pintado durante un show que monta habitualmente con el músico Kevin Johansen. Liniers pinta, Johansen canta, todos somos felices (Clip del concierto). Además, terminé comprándome un libro de sus comics. Considerando que no había gastado nada en toda la noche, me pareció que podía invertir en algo. Tan agarrado no soy...

Bonita velada. A los que viven en Buenos Aires y lean esto a tiempo les recomiendo que asistan hoy a un recorrido similar en San Telmo y mañana en la Recoleta. Aquí el link: Semana del arte. A los que no viven en Buenos Aires, pues... Ja ja! No, mentira. Me queda por decirles que vengan a visitar, que la cosa está buena por acá en el sur.  Los dos Pedros lo certifican.

Pedro, el infiltrado, el que se las da de bohemio y el agarrado.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Todos terminan su sábado, unos pocos comienzan su domingo

7 y 30 de la mañana. Era domingo y regresábamos en el colectivo 168 a la casa.  Frente a nosotros había una pareja, ambos vestidos de negro, él recostado sobre el hombro izquierdo de ella, como para no caerse al suelo a causa del sueño. Al fondo de la unidad, en la última fila, dos muchachos también duermen, ambos bien vestidos pero con el aspecto corroído que tiene la ropa bonita cuando se ha bailado durante horas en ella, con un olor a cigarrillo y alcohol que no puedo olfatear pero que sé con certeza absoluta tienen encima. Como estos cuatro hay muchos más en los asientos y, como infiltrados entre ellos, Vicky, mi mamá y yo, regresando de una resonancia magnética fallida en las afueras de Buenos Aires.

Se que llama la atención lo de la resonancia. Pero esta entrada no es acerca de eso. Basta con saber que teníamos un examen tempranero que hacerle a mi mamá y por razones ajenas a nosotros no se pudo llevar a cabo. Esas cosas pasan. Pero, repito, esta entrada no es acerca de eso. Tiene más que ver con la famosa noche porteña, noche que aparecerá con mucha frecuencia en las líneas de este blog.



No puedo decirlo con 100% de certeza pero estoy casi seguro de que en los dos años y medio que llevo viviendo acá jamás había presenciado (sobrio) un amanecer de un domingo en Buenos Aires hasta ayer. Salimos de mi apartamento a las 5 y media de la mañana, en dirección hacia Vicente López, un barrio a las afueras de la capital. Aunque no recuerdo bien el orden sé que en el camino vimos:

- Un tipo borracho en plena avenida tratando de detener algún carro para que lo ayudase. No pudimos distinguir para qué necesitaba ayuda, pero estoy seguro de que era más el miedo que causaba en la gente que cualquier posibilidad de piedad. Ni una patrulla que nos pasó por un lado le dio importancia.
- Un Fiat Palio decorado de "recién casados" a la cabeza de una caravana de carros. 5 y media... De la mañana...
- Una camioneta de esas que por lo general cargan ganado vacuno, pero llena de gente cantando lo que parecían himnos de hinchada de fútbol. No supe distinguir cuántas personas iban adentro, pero por las manitos que de vez en cuando se distinguían y el ruido que hacían no debían ser menos de diez.

Lo más raro es que, como aún la ciudad estaba a oscuras, nada de esto me pareció demasiado fuera de lo normal. Pero de regreso en el 168, con el sol en pleno apogeo, no puedo negar que todo me resultó demasiado ajeno, como la sensación que se tiene cuando uno llega tarde a un chiste entre varios o cuando se entra media hora tarde a una película de cine francés. Eramos los únicos tres sobrevivientes en una epidemia que los había convertidos a todos en zombies. Pero zombies pacíficos cuya única intención era volver a casa a descansar la resaca. Mi mamá y Vicky durmieron todo el camino, pero en mí se desperto ese ojo de observador y no pude quitar mi mirada de la pareja de negro y de los muchachos al fondo de la unidad. De el tipo que entró dando tumbos, tardó 7 minutos en sacar sus monedas del bolsillo y luego se puso a discutir con una muchacha sentada a la que él mismo había tropezado. Del grupito que se montó con una bolsita de facturas en mano, agarrando desayuno antes de finalizar la jornada.  Finalizar la jornada... Todo se ve un poco distinto cuando se está del otro lado de la noche.

¿Quieres saber por qué la noche de Buenos Aires es famosa? Quizás baste con echar un paseíto en colectivo en la mañana de un domingo. Lo de la resonancia, me parece importante acotar, es opcional.

Pedro, el infiltrado

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Ni muerto ni de parranda

Desde el ocho de septiembre no actualizaba esto.  Trece días para ser exactos. Mucho se ha dicho de mi ausencia. Que si me había retirado del mundo de los blogs de una vez por todas, que si me habían visto de juerga consumiendo estupefacientes en islas del Mediterraneo celebrando mi postcumpleaños, que si me habían visto por las calles de Buenos Aires dando tumbos mientras gritaba a todo pulmón comparaciones de Argentina con Venezuela... Pero nada de eso es cierto. La única verdad es que tuve una pequeña emergencia familiar. Pero ya está resuelta, afortunadamente. Así que toca seguir escribiendo. Pero antes de meterme de lleno con eso, dedicaré la entrada de hoy a actualizar un poco lo sucedido en las últimas semanas así como a comentar algunas novedades del blog.


Caprichosos por fin se estrenó




Esta es una de las imágenes promocionales de Caprichosos de San Telmo, el documental en que estuve asistiendo en la dirección desde hace dos años y que por fin se estrenó en el Festival Internacional de Toronto esta semana que pasó. Esos seis son los personajes principales, liderados por el gordito de blanco, Pichi. Aparentemente fue bien recibida, pero tengo que esperar que vuelva Alison, la directora, y me eche todos los chismes, así como si fuésemos dos viejas chismosas. Por lo que pude observar en Twitter, los comentarios fueron positivos, a excepción de un tonto que dijo que casi se queda dormido. ¡Tonto, vale, tonto! Aún no sé cuándo se estrena aquí en Buenos Aires, pero probablemente sea por ahí por diciembre.  Para todo aquel que no aguante las ganas hasta diciembre dejo dos cosas: 

La ficha de la película en el festival, donde podrán ver además el trailer más reciente. 



Cambiecito de imagen del blog y una sección interactiva

Imagino que ya se habrán dado cuenta del cambio de la imagen en la cabecera del blog. Dicha creación se la debo a mi buena amiga Dika Faru, colombiana de nacimiento, diseñadora de vocación y buena nota de pana. Originalmente me acerqué a ella para pedirle un diseño de unas tarjetas de presentación para poder difundir la palabra del señor... Del señor Pedro Camacho y su blog Buenos Aires Infiltrado. Y me gustó tanto la imagen de las tarjetas que le pedí hacer una versión para la cabecera y ¡saz! Ahí la tienen. Gracias Diiiiika... 

Aprovecho la ocasión para ver si podemos juntos crear una nueva sección en el blog. La idea es que me envíen sus dudas, comentarios y preguntas al pedrocamacho84@gmail.com. Al juntar un buen número quincenal la idea sería hacer una entrada en el blog en las que las responda o las comente. Aún no tiene nombre ni nada, es más, puede que mañana lea esta idea y sienta que fue terrible y me arrepienta, pero ahorita, ahorita,  me parece buena idea, así que procedamos. Pueden ser cosas ligadas a Buenos Aires, o a mi vida, o  a lo mucho que les gusta el blog, o a lo mucho que quisieran que dejé de escribirlo y me dedique a otra cosa... Cualquier opinión es bienvenida. Bueno, no se vi bienvenida, pero por lo menos aceptada y sujeta a consideración.  


Y mi mamá también


Los que captaron la referencia cinematográfica de ese último subtítulo tienen puntos adicionales. Mi mamá sigue aquí infiltrando Buenos Aires conmigo. Debía irse este pasado miércoles, pero hubo algunos asuntitos que evitaron que eso pasase, así que quedan dos semanas más de cariño y, sobre todo, de comida de madre. Jeje. Han sido unos días muy divertidos, de los cuales me encargaré en la siguiente entrada, haciendo énfasis en el paseíto que juntos hicimos a Santiago de Chile.  Para despedirme dejo una fotito de ese viaje, probablemente mi favorita. Le puse de nombre: "Mi mamá, yo, una rama y un cerro nevado de fondo". No es muy buen título, pero es que en esta entrada puse un título y tres subtítulos y creo que se me acabó el tanque.



Pedro, el infiltrado.

PD: ¿Alguien sabe qué día es que llega la primavera? Ah, ¿es hoy? Oye vale, que bien. El frío se reduce y la alergia se acentúa. No se si alegrarme o temer por mi bienestar físico...

jueves, 8 de septiembre de 2011

Ay, que noche tan preciosa..

Me acabo de percatar de que el título de esta entrada y de esa canción para los ojos de alguien no venezolano debe hacerme ver bastante afeminado. Bueno, aclaro para los amigos de otras tierras que es el título de una canción que sólo se canta en Venezuela, previa al cumpleaños feliz que todos cantamos sin importar de dónde somos. Quien sea de mi tierra se la aprendió antes de los 3 años de edad. Aquí en Argentina, cuando he asistido a un festejo de algún coterráneo, la he cantado con especial entusiasmo, como un extraña exaltación de mi patriotismo, como si estuviese contento de que más nadie de ningún otro lugar pueda compartir eso conmigo sino un venezolano. Incluso tiendo a ver con desprecio a aquellos que no se la saben, como provocándolos, para hacerlos sentir incómodos. No mentira, eso no lo hago. Pero lo de cantar más fuerte si es verdad. (La canción en cuestión)

Entre las opiniones de las personas que la desconocían, las críticas hacia la canción son mixtas... Tengo una amiga colombiana que la considera un poco deprimente. Pero Schoffer, un panita español, me escribió esto ayer en mi Facebook al respecto: "Peeeedro!!! Feliz cumpleaños. Espero que estés bien, y que te canten feliz cumpleaños con la canción de Venezuela, tan bonita esa letra. Disfruta mucho. Un abrazoo!". La canción de Venezuela. ¿Qué tal?

Ah, esa fue mi manera de decir que ayer cumplí años, a propósito. No es que me provocó escribir de cumpleaños así de la nada. Ya muchos lectores del blog lo sabían pero aprovecho y se lo hago saber a los demás. Vayamos a una fotito conmemorando el cumpleaños al mejor estilo argentino.


Tan bella Mafalda.. Cuando me vine a vivir a Buenos Aires siempre tuve un poco de temor de pasar mi cumpleaños solo y desamparado en una ciudad lejana a la mía. Mi mente cinematográfica me llevaba a imaginarme asomado por la ventana de alguna casa porteña mientras la familia de un niñito le cantaba cumpleaños y yo veía atento, con el frío invadiendo mis huesos y las lágrimas brotando de mis ojos. ¿Dramático? Sí bueno, quizás un poquito no más. Pero afortunadamente mi mamá ha venido todos los años para esta fecha y siempre he contado con la buena fortuna de pocos pero buenos amigos que me han acompañado y se han consumido toda la bebida y comida de mi casa cada 7 de septiembre. Por eso estoy agradecido. Además lo estoy porque a distancia se valoran aún más que tu perfil de Facebook quedé inundado por mensajitos que van desde los cordial y parco hasta unos verdaderamente especiales. A todo aquel que me felicitó, un abrazo grande. A ti que no me felicitaste, te tengo en la lista negra, ¿oíste?  

La noche del 7 de septiembre me encontró cantando esa "canción de Venezuela", con un quesillo criollo en la mesa, mí mamá en un brazo y Vicky en el otro. ¿Qué más se puede pedir?

Pedro, el infiltrado

lunes, 5 de septiembre de 2011

Pero a mí siempre me gustó Les Luthiers...

Muchos venezolanos idealizan Argentina. Algunos que conozco la idolatran como la cuna del rock latinoamericano que es. Pasaron su infancia y adolescencia coreando en sus habitaciones las canciones de Fito, de Charly, eran los primeros en fila cuando Soda tocaba en Venezuela y podían recitar al pelo la discografía de Calamaro. Venir a Buenos Aires, fue sólo la realización inevitable de ese camino. Yo nunca fui de esos. Los escuchaba. Me gustaba su música, sí. Pero el rock argentino no me despertó las pasiones desenfrenadas que se que a muchos les despierta.

Para otros fue el fútbol, para algunos fue más el tango... La verdad es que antes de venir a visitarla por primera vez, Argentina no me quitaba mucho el sueño. Aquellos que me conocen saben que la ciudad de mis sueños siempre fue Barcelona. Pero por motivos diversos terminé fue acá, infiltrando Buenos Aires y no la ciudad española. Así es la vida. Pero lo que también es cierto es que, por encima de todo lo demás, siempre me gustó Les Luthiers.


Este es el bolero de los celos, una de mis piezas favoritas de la agrupación. La pude presenciar en vivo el pasado viernes en una antología que actualmente están presentando en el teatro Gran Rex. En mi familia se ha escuchado Les Luthiers desde que yo era niño. Con mi tío Arturo comparto "Yogurtu Ungué", la historia de un tío y un sobrino de una tribu africana. Con mi primo Tinedo comparto "el sendero de Warren Sánchez", un sketch acerca de una secta religiosa que él montó junto al grupo de teatro de la parroquia a la que asiste. En líneas generales, el humor de Les Luthiers corre en mi familia de una manera u otra, incluso de forma inconsciente. Sus juegos de palabras y sus ocurrencias son parte de mi forma de ser. En mi Ipod tenía toda su discografía y la escuchaba durante las largas colas caraqueñas, para evitar que se me volase un tapón en mi cabeza y dejase el carro en plena autopista en hora pico. Me aprendí sus rutinas y aún así me reía cada vez que las escuchaba. Si alguna vez te ha pasado eso con algo, entonces me entiendes.

Esta es la segunda vez que los veo en Buenos Aires. Fue especialmente bonito compartir la experiencia con mi mamá y haberle podido brindar la entrada. Nos reímos como locos, incluso antes de que empezara la obra mientras explorábamos sentados los programitas de mano. Aquí una secuencia de cómo eran y de cómo se "usaban".

El programa por fuera:


El programa desplegado:


El programita en mi cara:


Y, de ñapa, mi madre (alias, la chata), payaseando con el programita:


Si alguna vez estás en Buenos Aires o si actualmente vives en Buenos Aires, o si eres de Buenos Aires, o cualquier otra variante posible ligada a tu relación con Buenos Aires, te recomiendo que vayas a ver Les Luthiers en vivo. Y dale pronto porque los tipos están viejos. Muy viejos. O sea, si en los videos que uno ve de ellos por ahí eran viejos, hay que agregarle a eso como 20 años más. Dinosaurios pues. Pero nunca pierden la gracia. Argentina es rock, tango y fútbol. Eso es verdad. Pero a mí, por encima de todo,   siempre me gustó Les Luthiers.

Pedro, el infiltrado.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Album de fotos junto a toda la selección vinotinto

Publicidad engañosa de la peor calaña. Seguramente al acceder a esta entrada supusiste que te encontrarías con un montón de fotos mías con toda la selección de fútbol venezolana, la misma que tantas alegrías me trajo durante su ya legendaria participación en la copa América (para muestra, un botón: Diez razones para amar a al vinotinto). Pero no... Esta entrada no es acerca de fútbol. Es más, no contiene ni siquiera fotos de un equipo, sino de un sólo jugador. Es más, cómo será de fraudulenta esta promoción que ni siquiera hay varias fotos, sino una sola. 


Este sujeto es Greivis Vásquez y es el mejor jugador de basket venezolano en la actualidad. Para todos aquellos que no lo conocían, pues basta con decir que es el único jugador venezolano actualmente en la NBA y sólo el tercero en haber logrado llegar a esa categoría. Yo lo llamo afectuosamente Greivis Basket, sólo que él no lo sabe. Yo lo abordé al mejor estilo paparazzi a la salida de un encuentro de exhibición que jugo la selección venezolana en contra de la selección argentina en el Luna Park, aquí en Buenos Aires, todo en el marco de preparación para el preolímpico, que se juega actualmente en la ciudad de Mar del Plata. Ese encuentro al que asistí lamentablemente lo perdimos, pero tan sólo por 4 puntitos, un punto por cada venezolana que había en las gradas... Sí, sinceramente estábamos groseramente desequilibrados en cuanto a fanaticada.

Las entradas me las consiguió Jhanaly, una amiga que estudió conmigo en Caracas y ahora le maneja la prensa a la vinotinto basquetera. Además, me consiguió este encuentro incomodo con Greivis que sólo sonrió en el instante en que se disparó el flash. Quizás debió haber sido más simpático, considerando que no fui uno de esos chupamedias vendepatrias que se trató de tomar fotos con los jugadores de la selección argentina...

Ah... Cierto... Había olvidado esto... Bueno Greivis, ¿qué querías que hiciera? La verdad es que uno tiende a ponerse un poco bruto cuando alguien como Manu Ginobilli se encuentra a una distancia tan cerca como para tomarle una foto. Estoy especialmente orgulloso de la cara que puso Ginobilli en esta. Da la impresión de que justo después de que la foto se tomó, el tipo vino corriendo hacia mí, me arrancó el blackberry de la mano y lo reventó contra el piso mientras me gritaba insultos argentinos. Pero eso no pasó, así que tranquilos. Es más, me dio chance de tomar incluso una más


Esta es con Luis Scola, el iluminado. Parece una aparición en esta foto, un fantasma. La verdad es que el partido fue una experiencia única. Fue el primer partido de basket al que he asistido en toda mi vida a pesar de ser un seguidor de este deporte desde que era muy chico. Y lo viví en tercera fila, aupando a mi selección nacional y haciendo el ridículo tomándome fotos a distancia con los del otro equipo... Que joya..

Sólo queda desearle suerte a la vinotinto basquetera que, para el momento de escribir estas líneas, lleva un partido ganado y dos perdidos, pero ha demostrado buen juego.

Bueno, me voy ya que, como saben, mi mamá está por acá y me acaba de preguntar dónde guardamos el azúcar en la cocina.

Pedro, el infiltrado

sábado, 27 de agosto de 2011

La ciudad que me quitó el aliento... Y el olfato también...


Probablemente el principal cambio que un venezolano puede sufrir en un país como Argentina es el de tener que vivir las cuatro estaciones. Lamentablemente, cuerpecitos tropicales como el mío han sido malacostumbrados a un clima idílico en el que sólo cabe preguntarse si va o no va a llover para sacar o no el paraguas. ¿Pero una chaqueta gruesa en Caracas? ¿Una bufanda que no sea con el sólo fin de verse cool y tal? ¿Ropa interior larga, por Dios? Tendrías que estar un poco loco, sí...

Entonces, ¿qué pasa cuando un bicho de clima ecuatorial se muda a un país como este? Bueno, no puedo negar que tiene su encanto en un principio. Cuando mi primer otoño se fue convirtiendo en mi primer invierno lo recibí con ansias, como un niñito ante el prospecto de algo nuevo y no explorado. "Hace un par de años nevó aquí en capital", me decían. Yo no cabía en mí. Me quería llenar de capas de ropa, estrenar mi chaquetota para el frío. Y así llegó. Y así pasaron los días y las semanas. Y mi ansiedad se convirtió en una realidad, una realidad que me fue entumeciendo la cara, resecando los labios y, más que nada, destruyendo mi nariz y mi sistema olfativo.

Todo aquel que me conoce sabe que mi sinusitis no empezó aquí sino que lleva años desarrollándose. Todo aquel que no me conoce probablemente no querrá conocerme al terminar de leer este párrafo. Soy notoriamente conocido por llevar papelitos en mis bolsillos como si fuesen coleccionables y de interrumpir cualquier silencio con mis soplidos. Eso había cambiado hace un tiempo, luego de operarme por allá por 2006. Pero nada como un buen invierno con sus esporádicas olas polares para sacar a relucir cualquier alergia y fomentar el regreso del temido papelito en la mano... The return of el papelito, si me permiten...

Y para aquellos que tienden a idealizar la primavera con frases tipo "ay, que bellas las flores en la primavera, que verde el pasto, que hermoso el mundo", pues les tengo unas noticias poco prometedoras. La belleza de la primavera es directamente proporcional a la alergia que suscita en personas como yo. El polen es enemigo público número uno en mi libro. El invierno me deja mareado y la primavera me remata. El invierno es como los tipos esos que puyan al toro el lomo, la primavera es el sujeto que da la estocada final (lamento haber acudido a la analogía taurina, pero es que es bastante ilustrativa. Aquí en Buenos Aires Infiltrada no apoyamos ese tipo de actividades, por si acaso).

La semana pasada apelé a la medicina homeopática a ver qué tal me va con eso. Gotitas, gotitas y más gotitas. Si alguno de mis queridos lectores tiene alguna sugerencia adicional, será cordialmente bienvenida en la sección de comentarios. Quiero poder oler de nuevo...

Bastante deprimente esta entrada ahora que la releo. Pero para despedirme lo haré con una linda nota. ¡Mi mamá llegó hoy sábado a Buenos Aires a quedarse un mes! Para todo aquel que ha tenido a su padre o madre visitando mientras vive en un país lejano sabrá entender lo bonita que es esa experiencia. El mes de septiembre en el blog estará sazonado con un poco de amor maternal.

Pedro, el infiltrado