lunes, 26 de septiembre de 2011

Todos terminan su sábado, unos pocos comienzan su domingo

7 y 30 de la mañana. Era domingo y regresábamos en el colectivo 168 a la casa.  Frente a nosotros había una pareja, ambos vestidos de negro, él recostado sobre el hombro izquierdo de ella, como para no caerse al suelo a causa del sueño. Al fondo de la unidad, en la última fila, dos muchachos también duermen, ambos bien vestidos pero con el aspecto corroído que tiene la ropa bonita cuando se ha bailado durante horas en ella, con un olor a cigarrillo y alcohol que no puedo olfatear pero que sé con certeza absoluta tienen encima. Como estos cuatro hay muchos más en los asientos y, como infiltrados entre ellos, Vicky, mi mamá y yo, regresando de una resonancia magnética fallida en las afueras de Buenos Aires.

Se que llama la atención lo de la resonancia. Pero esta entrada no es acerca de eso. Basta con saber que teníamos un examen tempranero que hacerle a mi mamá y por razones ajenas a nosotros no se pudo llevar a cabo. Esas cosas pasan. Pero, repito, esta entrada no es acerca de eso. Tiene más que ver con la famosa noche porteña, noche que aparecerá con mucha frecuencia en las líneas de este blog.



No puedo decirlo con 100% de certeza pero estoy casi seguro de que en los dos años y medio que llevo viviendo acá jamás había presenciado (sobrio) un amanecer de un domingo en Buenos Aires hasta ayer. Salimos de mi apartamento a las 5 y media de la mañana, en dirección hacia Vicente López, un barrio a las afueras de la capital. Aunque no recuerdo bien el orden sé que en el camino vimos:

- Un tipo borracho en plena avenida tratando de detener algún carro para que lo ayudase. No pudimos distinguir para qué necesitaba ayuda, pero estoy seguro de que era más el miedo que causaba en la gente que cualquier posibilidad de piedad. Ni una patrulla que nos pasó por un lado le dio importancia.
- Un Fiat Palio decorado de "recién casados" a la cabeza de una caravana de carros. 5 y media... De la mañana...
- Una camioneta de esas que por lo general cargan ganado vacuno, pero llena de gente cantando lo que parecían himnos de hinchada de fútbol. No supe distinguir cuántas personas iban adentro, pero por las manitos que de vez en cuando se distinguían y el ruido que hacían no debían ser menos de diez.

Lo más raro es que, como aún la ciudad estaba a oscuras, nada de esto me pareció demasiado fuera de lo normal. Pero de regreso en el 168, con el sol en pleno apogeo, no puedo negar que todo me resultó demasiado ajeno, como la sensación que se tiene cuando uno llega tarde a un chiste entre varios o cuando se entra media hora tarde a una película de cine francés. Eramos los únicos tres sobrevivientes en una epidemia que los había convertidos a todos en zombies. Pero zombies pacíficos cuya única intención era volver a casa a descansar la resaca. Mi mamá y Vicky durmieron todo el camino, pero en mí se desperto ese ojo de observador y no pude quitar mi mirada de la pareja de negro y de los muchachos al fondo de la unidad. De el tipo que entró dando tumbos, tardó 7 minutos en sacar sus monedas del bolsillo y luego se puso a discutir con una muchacha sentada a la que él mismo había tropezado. Del grupito que se montó con una bolsita de facturas en mano, agarrando desayuno antes de finalizar la jornada.  Finalizar la jornada... Todo se ve un poco distinto cuando se está del otro lado de la noche.

¿Quieres saber por qué la noche de Buenos Aires es famosa? Quizás baste con echar un paseíto en colectivo en la mañana de un domingo. Lo de la resonancia, me parece importante acotar, es opcional.

Pedro, el infiltrado

2 comentarios:

  1. Aún sin tiempo de leerlos todos, creo que me veo reflejada en muchas líneas de vario de tus posts... A BsAs llegué por accidente y todos los días me sorprende con algo: Ahora recuerdo una madrugada que debía terminar en casa, en cama, durmiendo... Y terminó en el bar de la esquina, con una cuenta que sumaba 17 cervezas (de litro!!!) el periódico en la mesa y el mismo mozo sirviéndonos café y recogiendo la caña =D

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  2. Algo similar vivimos saliendo de un cumpleaños en Lanús, en francés el anooo (es un chiste de la dueña de la casa argentina), según me explican mis conocidos allá, es más tranquilo andar en la noche incluso de madrugada, pero ya al amanecer entre 5 y 6 am, sale la gente de las discotecas o boliches (Incluir en Diccionario) y por lo general la gente sale bien borracha y con ganas de pelear.

    De hecho habia un grupo de chamos en el medio de la calle tipo tuki o turro (diccionario) y el chófer decidió acelerar, pensamos que los iba a matar, pero se quitaron justo a tiempo, también vimos varios choques y esa fue una mañana de sábado, la del domingo ya me la contaste...

    saludos!

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