miércoles, 9 de noviembre de 2011

Primer capítulo: ¿Que decís, tachero?



Un gran pensador me dijo alguna vez que para entender bien cómo funciona una ciudad había que hablar con sus taxistas. Que había muy poco de lo que no sabían o al menos muy poco de lo que no opinaban. La política, el clima, la crisis económica mundial, la inseguridad, las propiedades de la medicina homeopática, los beneficios de la margarina... Absolutamente nada escapaba su radio de conocimiento. Aquel pensador me decía que en sus viajes había aprendido más de las distintas idiosincracias que visitaba de boca de los taxista que de los guías turísticos (y vaya que ese hombre viajó en su vida...). Así que dedicado a mi padre (ese gran pensador en cuestión) inicio esta nueva sección de entradas dedicadas a los taxistas porteños y las experiencias que he vivido en los asientos traseros de sus vehículos. 

Antes de continuar aclaro que tachero es como se les dice coloquialmente a los taxistas aquí. He estado buscando la razón por la que se usa esa palabra, pero no la he encontrado. Lo mejor que pude conseguir fue que se les dice tacheros porque a los taxis se les dice tacho... No es muy útil que digamos... Si alguien sabe una respuesta mejor, por favor hágala saber. Los dejó entonces con la primera entrada de la sección del blog titulada "¿Qué decís tachero?".  Recomiendo leerla en tono de film noir, con este tema de fondo: Soundtrack de "¿Qué decís tachero?"






¿Qué decís, tachero?
Capítulo 1

Llevaba sólo tres semanas en Buenos Aires y ya tenía mi primer trabajo asignado por Sala de Espera, la revista en la que trabajo en Venezuela. ¿La asignación? Tenía que ir a entrevistar a Catherine Fulop en su casa, en un barrio privado a las afueras de Buenos Aires. Sí, la Catherine Fulop, Abigail en persona. Solicité un servicio para ir a su casa. El tachero se llamaba Jorge y nos hicimos amigos de inmediato, yo con mencionar a quien iba a entrevistar podría haber entablado conversación con quien sea. Él me contó que hacía viajes con frecuencia para distintas celebridades argentinas. Las mencionó pero no reconocí a ninguna. Me dijo incluso que a Fulop la había llevado, pero que ella probablemente no se acordaría de él. 

Foto en blanco y negro para ambientar aún más


Al llegar a su casa cuadramos una hora para que me pasara buscando de vuelta y me pidió que por favor me tomase una foto con ella, como si de alguna manera eso le diera la sensación de que había entrado conmigo a su casa. Pasaron las horas, pasó esto y luego me reencontré con Jorge para regresar a mi morada. "¿Y?", me preguntó apenas arrancamos. "Tenés la foto?". Saqué mi cámara, le sonreí y le dije: "lo prometido es deuda, hermano". 

Catherine y yo. Ella es la de la derecha.


Le enseñé la foto. Nos reímos y le conté cómo había sido todo. Jorge fue una de mis primeras ventanas hacia la cordialidad argentina, hacia su particular humor ácido. Más nunca nos volvimos a ver. Pero entre nosotros siempre quedará Catherine.




Fin.

Pedro, el infiltrado




2 comentarios:

  1. Que buen relato sr Pedro, y como decía un amigo Tachero...acá donde me ves soy arquitecto y abogado...

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  2. viejo, nos dejas a todos con las ganas de saber de la conversación con el taxista.

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