sábado, 27 de agosto de 2011

La ciudad que me quitó el aliento... Y el olfato también...


Probablemente el principal cambio que un venezolano puede sufrir en un país como Argentina es el de tener que vivir las cuatro estaciones. Lamentablemente, cuerpecitos tropicales como el mío han sido malacostumbrados a un clima idílico en el que sólo cabe preguntarse si va o no va a llover para sacar o no el paraguas. ¿Pero una chaqueta gruesa en Caracas? ¿Una bufanda que no sea con el sólo fin de verse cool y tal? ¿Ropa interior larga, por Dios? Tendrías que estar un poco loco, sí...

Entonces, ¿qué pasa cuando un bicho de clima ecuatorial se muda a un país como este? Bueno, no puedo negar que tiene su encanto en un principio. Cuando mi primer otoño se fue convirtiendo en mi primer invierno lo recibí con ansias, como un niñito ante el prospecto de algo nuevo y no explorado. "Hace un par de años nevó aquí en capital", me decían. Yo no cabía en mí. Me quería llenar de capas de ropa, estrenar mi chaquetota para el frío. Y así llegó. Y así pasaron los días y las semanas. Y mi ansiedad se convirtió en una realidad, una realidad que me fue entumeciendo la cara, resecando los labios y, más que nada, destruyendo mi nariz y mi sistema olfativo.

Todo aquel que me conoce sabe que mi sinusitis no empezó aquí sino que lleva años desarrollándose. Todo aquel que no me conoce probablemente no querrá conocerme al terminar de leer este párrafo. Soy notoriamente conocido por llevar papelitos en mis bolsillos como si fuesen coleccionables y de interrumpir cualquier silencio con mis soplidos. Eso había cambiado hace un tiempo, luego de operarme por allá por 2006. Pero nada como un buen invierno con sus esporádicas olas polares para sacar a relucir cualquier alergia y fomentar el regreso del temido papelito en la mano... The return of el papelito, si me permiten...

Y para aquellos que tienden a idealizar la primavera con frases tipo "ay, que bellas las flores en la primavera, que verde el pasto, que hermoso el mundo", pues les tengo unas noticias poco prometedoras. La belleza de la primavera es directamente proporcional a la alergia que suscita en personas como yo. El polen es enemigo público número uno en mi libro. El invierno me deja mareado y la primavera me remata. El invierno es como los tipos esos que puyan al toro el lomo, la primavera es el sujeto que da la estocada final (lamento haber acudido a la analogía taurina, pero es que es bastante ilustrativa. Aquí en Buenos Aires Infiltrada no apoyamos ese tipo de actividades, por si acaso).

La semana pasada apelé a la medicina homeopática a ver qué tal me va con eso. Gotitas, gotitas y más gotitas. Si alguno de mis queridos lectores tiene alguna sugerencia adicional, será cordialmente bienvenida en la sección de comentarios. Quiero poder oler de nuevo...

Bastante deprimente esta entrada ahora que la releo. Pero para despedirme lo haré con una linda nota. ¡Mi mamá llegó hoy sábado a Buenos Aires a quedarse un mes! Para todo aquel que ha tenido a su padre o madre visitando mientras vive en un país lejano sabrá entender lo bonita que es esa experiencia. El mes de septiembre en el blog estará sazonado con un poco de amor maternal.

Pedro, el infiltrado

lunes, 22 de agosto de 2011

Segundo consejo: ¿Estás seguro de que TIENES que ir a Retiro?

Antes que nada, un poco de contexto. Retiro es un barrio de Buenos Aires, pegadito al centro y a dos zonas súper chetas (el término cheto ya se usó antes en el blog así que conviene revisar los apuntes de clase, niños) como lo son La Recoleta y Puerto Madero. Es conocida por ser una de las principales terminales de trenes del país y contar con la más grande terminal de autobuses de la ciudad. En líneas generales, un sitio con mucho transporte, mucha gente en movimiento y mucha oportunidad para la delincuencia.

Sin ponerme a pensar demasiado, me vienen a la mente por lo menos el 80% de los robos a gente que conozco en la ciudad. A un buen amigo lo persiguieron con una navaja a través de media estación de subte.  A Diana, otra amiga, la robaron temprano en la mañana camino a su trabajo. Con pistola y todo. A Daniela, mi buena amiguita venezolana, le sacaron una pistola y ella hizo lo que cualquier ser humano racional hubiese hecho: correr gritando como una desquiciada en zig zag sin ver hacia atrás (esto es ironía, pero es difícil juzgar la reacción de alguien ante un hecho así. Yo probablemente me vuelvo estatua viviente, pero ese soy yo pues...). Estos tres ejemplos son de extranjeros, pero los buenos ladrones de Retiro no discriminan: a un amigo argentino de Vicky le robaron recientemente un Ipod, a plena luz del día, vale acotar. ¿Qué tal si vemos una fotito del lugar en cuestión?


Esta foto la tomó Lilian Contreras, una amiga colombiana, desde su habitación en el Sheraton, lugar perfecto para cientos de turistas que han perdido y seguirán perdiendo sus billeteras al salir a caminar con camisas de flores y camarotas guindando de sus cuellos. Detrás de la torre con el reloj es la estación de subte y trenes. Hacia la derecha, fuera del plano está la parte de autobuses. Y más hacia el fondo está la villa 31, una de las villas más grandes del país.

No es cierto que a todas las personas las roban en Retiro, vale acotar. Hay gente que también la roban en otros lugares de Buenos Aires. (Jeje). Pero hablando en serio, yo siempre he sido partidario de que hay que conocer los sitios de cada ciudad más propensos a la delicuencia y respetarlos, más no temerles. Es importante no ser ostentoso y andar pendiente de nuestro entorno, además de evitar circular solo a ciertas horas. Pero viviendo acá se puede y se tendrá que pasar por Retiro tarde o temprano, ya sea para agarrar ferrocarril para provincia o montarte en algún microbus hacia las afueras. Sólo hay que ponerse las pilas y más nada. Esto ha sido un servicio público de Buenos Aires Infiltrada.

Antes de irme, una última anécdota, directa de las páginas del libro "Cuando vine a Buenos Aires por primera vez con mi amigo Mauricio". En aquel entonces desconocíamos la movida de Retiro, éramos simples turistas, con pintas de turistas y caras de tontos de turistas. Yo me senté en una cabina a llamar a Venezuela y cuando salí a Mauricio lo habían rodeado entre 4 muchachos y le habían robado un helado que se estaba comiendo. Un helado. Entre 4. Eso puede ser Retiro si no se está pendiente.

Bueno, espero haya servido de algo dar a conocer estos consejos de seguridad en Buenos Aires. Indudablemente habrán muchos más mientras este acá, pero con esos dos, y un poco de sentido común, bastará para conservar todas tus pertenencias intactas.

Ah, ¡un consejo adicional! ¡Pendiente en el barrio de Constitución! 

Pedro, el infiltrado


viernes, 19 de agosto de 2011

Primer consejo: Pendiente con el tipo de la chaqueta en el antebrazo.

Este marzo que pasó se cumplieron tres años desde que vi por vez primera al tipo de la chaqueta en el antebrazo. Lo recuerdo como si fuese ayer. Iba en la línea B del subte en ese viaje inicial que hice a Argentina con mi amigo Mauricio (viaje que además ahora siento que mencionó semanalmente en este blog). Era finales de verano. La temperatura, aunada a las multitudes sofocantes propias de la hora pico, nublaba la mente, producía mareos y limitaba la concentración. Fue ahí cuando lo vi, con cara de mala maña, su mirada perdida en las manos de los pasajeros y su inconfundible chaqueta, su marca registrada. En algún momento, cuando me distraje buscando aire por las ventanas del vagón, intentó robar a Mauricio metiéndole la mano en el bolsillo del short. Afortunadamente no encontró nada, pero dejó en evidencia cómo funcionaba su mecanismo, su modus operandi, en términos de funcionario policial.

Años después vi a otro en otra línea de subte. Este segundo sí logró su cometido robándole, al entonces esposo de mi mamá, su cartera con tarjeta de crédito y todo. En ese entonces logramos agarrarlo, sacarlo del vagón y revisarle los bolsillos, pero ya probablemente se la había pasado a algún cómplice porque no encontramos nada. Lo dejamos ir, no sin antes una buena mano por la cara que le propinó mi querida madre. Aquel que la conoce sabe que es una mujer jodida. Jeje.

Pero vayamos a un poco de ayuda visual, para comprender cómo ubicar al tipo de la chaqueta en el antebrazo y no ser víctima de sus fechorías. Llevo varios meses queriendo usar esa palabra "fechoría" en algún contexto y no se me ocurre uno más apropiado. Para la imagen contamos con nuestro modelo: yo mismo.


Esta es la pose habitual del tipo con la chaqueta en el antebrazo. Relajado, casi indiferente. El modelo se creyó demasiado el rol de divo y llevó la pose a un nivel casi de catálogo de ropa de caballeros, pero lo vamos a disculpar porque es su primer trabajo. Lo importante a observar es la predominancia de colores oscuros para no levantar sospechas y el espacio abundante que queda debajo del antebrazo flexionado. Es en ese lugar que ocurrirá la magia. Poco a poco se irá presionando al cuerpo de su víctima, como si estuviese dejándose llevar por el vaivén natural del sistema metro. La víctima por lo general no va a diferenciar este roce con el de los cientos de roces de extraños que sentirá a lo largo de su día en subterráneo. Entonces se abren las puertas en una estación...  Y ¡saz!


Ahí esta la manito. Se desliza debajo de la chaqueta y te curucutea tus pertenencias. Sí, ¡las curucutea! Y en medio del desorden de gente saliendo por la puerta, la víctima o no se da cuenta o no puede identificar quién fue. Y el malhechor se sale con la suya. (malhechor y fechorías en una sola entrada... Genial.). 

El llamado es a andar pendiente en el subte de estos sujetos, sobre todo en la línea B. Cuando uno está informado de su existencia empieza a verlos en todos lados, así que espero haber prevenido más de un robo con esta entrada. ¡De nada! Pero hablando en serio, por favor hagan correr la voz de este suceso. No se imaginan la frecuencia con la que que veo que sucede algo parecido. Ya he tenido como costumbre avisarle a las personas cuando veo un tipo de estos. Los tipos probablemente ya hasta me pueden reconocer la cara. Soy como su némesis... Jeje..

Mañana, el consejo número dos para que no te roben como un tonto en Buenos Aires: ¿Estás seguro de que TIENES que ir a Retiro?

Pedro, el infiltrado

jueves, 18 de agosto de 2011

Dos consejos simples para que no te roben como un tonto en Buenos Aires

A diferencia de lo que la mayoría de la gente piensa, no todos los ladrones están en Caracas. Existen otros sitios como Buenos Aires que también los albergan. Si bien es cierto que suelen ser menos violentos que los de la capital venezolana, sí existen y siempre están pendientes del tonto del día. Para que tú, querido lector, no te conviertas en ese tonto, está dedicada la entrada del día de hoy en Buenos Aires Infiltrada. 

Cada vez que llega un venezolano a Buenos Aires es la misma historia, le toca pasar por las mismas etapas:

1) La etapa de la psicosis. Voltea para todos lados, camina la ciudad con una tensión abrumadora sobre sus brazos. En el caso de ser mujer jamás suelta la cartera, ni para ir al baño, ni para dormir. Se altera cada vez que se le acerca alguien en la calle, se sorprende cuando le dices para caminar por las calles a las 3 de la mañana, se molesta cuando le dices que baje un poco la guardia y que se tranquilice. "Cómo se nota que llevas tiempo afuera...", te dice.

2) La etapa de bajar los brazos. Se relaja. Comienza a caminar con soltura, empieza a ver la arquitectura y las estatuas de la ciudad en lugar de andar buscando entre los rostros el de la persona que lo pueda robar. Respira profundo, cierra los ojos, se deja llevar por el ambiente porteño... Se siente libre, se siente como nunca se ha sentido... Y entonces... SAZ!!!

3) La etapa del robo. O del conato de robo, o de presenciar un robo a alguien. Cualquiera de estas es válida. ¿Dónde creías que estabas? ¿Suiza? Pues no... Sigues estando en Latinoamérica, hermano, así que pendiente. 

4) La etapa de la relajación precavida. El estado ideal para vivir Buenos Aires. En ese es el que estoy yo desde hace un rato. Me siento lo suficientemente tranquilo como para regresar a la madrugada en colectivo a mi casa, pero lo bastante informado como para saber por cuales sitios no circular. Es más, me siento tan informado que he reducido las reglas de prevención de robos a dos, sin contar las reglas obvias de sentido común, como no meterte en callejones demasiados oscuros de noche y alejarte de la sujetos con cara e' loco. 

Pero, en lo que se ha convertido un sello de este blog, las razones las entregare en cómodas cuotas, empezando mañana con la primera, títulada: Pendiente con el tipo de la chaqueta en el antebrazo.

¡Hasta mañana!

Pedro, el infiltrado

viernes, 12 de agosto de 2011

Jueves de pizza


Esto es una pizza argentina. Lo sé por el servilletero que dice Quilmes en el fondo. Perspicaz, ¿no? Pero no solo lo sé por eso. También lo sé porque es una típica pizza porteña. Se llama fugazzeta y tiene encima queso y cebolla. Más nada. A veces unas aceitunas enteras pero hasta ahí. Es un poco raro para un venezolano imaginarse una pizza sin salsa de tomate, pero uno se acostumbra. Y vale la pena acostumbrarse a esta. Es bien sabrosa la vaina. Deja un aliento de demonio, pero es sabrosa.

Las pizzas en Buenos Aires se tienden a dividir en dos tipos, muy ligados a las generaciones en las que se hicieron populares. Por un lado están las tradicionales, de corte grueso y pesado, con toppings clásicos como la ya mencionada fugazzeta, la de muzzarella o la de jamón y morrón (pimentón acá). Por el otro lado se encuentran las más fashion, de corte delgado y esbelto, que traen encima cosas como rúcula, panceta ahumada (tocineta acá) y jamon crudo. Las tradicionales tienen más cabida en barrios clásicos como San Telmo o Almagro. Las fashion caben mejor en sitios como la Recoleta o Palermo Soho. Pero no es una guerra territorial, es una guerra de ideas. Son filosofías de pizzas. Yo no tengo en realidad una preferia, pero me dejo llevar por mi estado de ánimo y la cantidad de dinero en mi cartera.

Un elemento genial de las pizzerías de acá es que te permiten pedir por porciones, algo que en pocos sitios se puede encontrar en mi país de origen. Esto es ideal para cuando se desea saciar un antojo, cuando se quiere probar que tal sabe cierto tipo de pizza o para cuando se está pelando bola y no alcanza para más. Algo muy típico de acá es pedir una porción de pizza junto a una porción de fainá. ¿Qué vaina es fainá? Pues es como una torta delgada hecha con harina de garbanzo. Y se come así...


Yo sé que es un poco raro, pero cuando te acostumbras es bastante bueno. En realidad este tema de las pizzas da para mucho, mucho, mucho material para escribir. Incluso tengo en desarrollo una crónica de una noche por Buenos Aires visitando las mejores pizzerías en busca de la mejor pizza de la ciudad. Eso se viene pronto. Por ahora vamos a los datos sueltos y me largo.

Dato suelto de la pizza 1: Sin extenderme mucho porque eso viene en la crónica ya mencionada, mi pizzería favorita es las cuartetas, por ahí por el centro. Aunque tengo una fascinación por la fugazzeta de El Cuartito, pero las cuartetas tiene algo especial en su modo de preparación que rara vez encuentro en otras.

Dato suelto de la pizza 2: Era común en antaño pedir pizza con moscato, una especie de vino dulcito. Eso me parece que ya no es muy común al menos de que seas taxista porteño, pero vale la pena probarlo.

Dato suelto de la pizza 3: Aquí no hay cadenas gringas de pizzas. Cero Dominos ni Pizza Hut ni Papa Johns.. Y eso está bien. Si algo han hecho esas cadenas es encarecer el precio de la pizza a niveles exagerados en Venezuela. Comerse una pizza se ha vuelto un lujo. Aquí en Buenos Aires es algo muy accesible. Como debe ser.

Pedro, el infiltrado


miércoles, 10 de agosto de 2011

Miércoles de choripán



Esto es un choripán. O mas bien un cerro de choripanes. Un cerro enorme y grosero de choripanes. Pero que ricos se ven. Esta foto no la tomé yo, pero de haber estado ahí posiblemente me hubiese lastimado la boca clavando los labios sobre la parrilla. Y es que los choripanes son tan sabrosos. Es el manjar argentino que cumple con todos los requisitos que busco en una comida (por lo menos de un tiempo para acá): es barato, sabroso y llena bastante. 

Mi primer encuentro con un choripán acá sucedió detrás de Puerto Madero. Para los que no lo conocen, Puerto Madero es un barrio de Buenos Aires pegado al Río de la Plata conocido principalmente por sus restaurantes caros y sus edificios residenciales aún más caros. Es una zona linda para caminar, pero cada vez que llevo a algún visitante a conocerla siempre terminamos comiendo en la costanera, un extraño callejón trasero que se encuentra al atravesar el lujo, repleto de carritos de comida callejera como.... Como... A veeeeer...


Y ahí, ahí fue que me comí mi primer choripán. Obviamente venden un montón de cosas más, principalmente en este sitio la bondiolita al limón, bien sabrosa también y altamente recomendable. Bondiola es un sandwich de cerdo. Hay también sandwich de churrasquito, de lomo, morcipán (sí, morci de morcilla...). Todos ricos y con su toque especial pero el choripán tiene un espacito en mi corazón. Con sólo morderlo me remite a esos primeros días que pasé en esta ciudad cuando viajé con mi buen amigo Mauricio Disilvestro. Es mas, cada vez que como un choripán lloro y la gente se me queda viendo como si fuese un bicho raro, con lástima. Y tengo que echarlo a un lado por temor a que mis emociones me causen una indigestión. Todo esto es mentira, pero sí me pone nostálgico.

Con el tiempo en la ciudad he encontrado choripanes memorables en todos lados, desde un sitio que quedaba a tres cuadras de mi exapartamento en Palermo hasta incontables parrillitas de barrio y asados caseros. Larga vida al choripan...

Dato suelto de choripán 1: Es imperativo bañar el pan en chimichurri. ¿Qué es chimichurri? Es una salsa a base de ajo, aceite, vinagre, ají, sal y sabrosura... Just do it...

Dato suelto de choripán 2: Se les dice popularmente chori. "Y, ¿si nos morfamos unos choris?". Eso de morfar es bueno, pero lo dejare para una próxima edición. Es suspenso barato, pero el blog lo necesita.

Dato suelto de choripan 3: La cultura del choripan... Está arraigada.. Los dejo con este loco y satírico comercial. No conozco una mejor manera de despedir está entrada.. http://www.youtube.com/watch?v=0AItHevNDbU

Pedro, el infiltrado

martes, 9 de agosto de 2011

Martes de empanadas


Cuando niño disfrutaba con frecuencia de las empanadas que hacía mi madre, caseritas y con cariño hogareño. En esa época yo era un poco jodido con la comida y rara vez me aventuraba a probar una que no fuese de queso.  Con el tiempo, y con mis viajes constantes a Puerto la Cruz y Margarita, comencé a abrir mis horizontes. La de cazón y yo tuvimos un primer encuentro mágico en una playa a eso de las 4 de la tarde un sábado. De la de pabellón recuerdo la impresión que me generó su peso. No está fácil meter todo eso en una pobre empanada. Ya para cuando tenía 18 pensé que sabía todo lo que tenía que saber de las empanadas. Hasta que me vine a Buenos Aires.

La principal diferencia entre las de aquí y las de allá es probablemente que las de acá se ven (y sospecho que son) más sanas. Las empanadas argentinas generalmente son horneadas y no bañadas en galones de aceite como las de Venezuela. Es importante acotar que esto último no es una queja, más bien exijo que mi servilleta en las playas venezolanas quede traslúcida luego de que me como una empanada. Eso es señal de que están buenas. Pero no debe ser muy sano. Aquí, por lo general, las hornean. Fuera de eso, obviamente los contenidos varían. En vez de cazón te puedes comer una de carne cortada a cuchillo (en serio se le dice así, eso no es un chiste. La carne suave es la molida, la cortada a cuchillo es como en trozos, en pedazos más grandes. Como si se hubiese cortado a cuchillo, pues...). En vez de la de pabellón pues te podría recomendar una de caprese que son bien buenas. En vez de ingerir una bomba de caraota con queso, ¿por qué no le echas una probada a una de maíz? (Al maíz aquí se le dice choclo pero a la empanada se le llama humita. Esta respuesta no la tengo. Si alguien sabe, pues le pido que me saque de mi laguna de ignorancia). Además tenemos en el menú, de queso y cebolla, carne picante, roquefort y muchas más. 

Las empanadas suelen comerse a cualquier hora, en cualquier contexto, pero suelen ser, junto a la pizza, una de las cosas más populares para pedir por delivery. Pinto la imagen: unos panas se reúnen en casa de alguno a tomar birras y echar cuentos. Se ríen, la están pasando bien. Pero el dueño de la casa es un agarrao y sólo pone unos manicitos en la mesa que, obviamente, se acaban con rapidez. El hambre pega en las barrigas, las tripas suenan. Nadie va a cocinar. "¿Y sí pedimos unas empanadas?", sugiere siempre el más hambriento, comentario que siempre es recibido con sonrisas y aprobación. ¡Saz! Una docena de empanadas en camino.

Dato suelto de empanadas 1: La mayoría de los lugares de empanadas tienden a tener métodos inteligentes para identificar cada una de acuerdo a su contenido, principalmente a través de un sello con las iniciales del contenido en su esquina (cc para cortada a cuchillo, qc para queso y cebolla)  . Pero hay sitios que traen como una leyenda con dibujitos para identificar las empanadas de acuerdo a su forma. Yo, personalmente, recomiendo alejarse de estos sitios al menos de que seas de esos muertos de hambre que disfruta morderle las empanadas de los demás mientras busca la suya, excusándose con un "ah, disculpa, pensé que esta era la mía".

Dato suelto de empanadas 2: Al igual que las facturas, suelen ser más baratas por docena.

Dato suelto de empanadas 3: Son chiquitas así que con tres o cuatro es que vas bien.



Mañana, choripanes. Me dio hambre la cosa. Veo en mi futuro cercano par de caprese.

Pedro, el infiltrado

lunes, 8 de agosto de 2011

Lunes de Facturas


Hoy les lanzo la primera entrega de una serie dedicada a la comida argentina. Es el equivalente a una miniserie y busca disparar aún más el rating de este blog. En el futuro hay estrategias incluso más atrevidas como incorporar un Atlas encartado en cada entrega y un divertido concurso que incorpora chapas de botellas de malta. Pero por ahora hagamos esto a ver qué tal.

Hoy es día de facturas. Facturas son dulcitos que venden en panaderías, son los protagonistas principales del desayuno argentino, junto con una tacita de café. Para mí que me críe en un hogar en el que el desayuno consistía, como mínimo, de dos arepas bien rellenas con jamón, queso y mantequilla y un buen batido de jugo natural, caer en comer medialunitas chirriquiticas fue una adaptación. No es que no sean buenas, porque en realidad son increíbles. Pero me cuesta quitarles el estatus de postre y comenzar el día sólo con eso en mi pancita. Para un argentino sólo pensar en desayunar con caraotas, carne mechada, perico y queso frito le produce indigestión. Todo es cuestión de costumbre. Caprichos culturales que te tiene la vida, chico...

La factura por excelencia es la medialuna que son unos croissanticos bulda de lo sabrosos. Vienen en dos presentaciones: grasa o de manteca. Sí, grasa o manteca. No suena nada bien, ¿no? Bueno, pero lo es. Una es como más dulcita que la otra pero nunca recuerdo cuál es cuál. Siempre pido la que se ve como glaseada, la que por su brillo puedes distinguir a una cuadra de la panadería. Esa es altamente recomendable. Obviamente hay muchas más, hay unas rellenas de chocolate, de batata, de membrillo y, por supuesto, del omnipresente dulce de leche.

Dato suelto 1: Son más baratas por docena.
Dato suelto 2: Las agarra uno mismo con un bol de metal y unas pinzas de un display similar al de la foto. Eso del selfservice siempre está bueno.
Dato suelto 3: Hay panaderías que tienden a conservar facturas de varios días o incluso meses, años y décadas en sus displays a la espera de que un idiota la meta en su docena y luego se rompa una muela al tratar de ingerirla en su mesa de comedor. De mas está decir que hay que tratar de alejarse de esas.
Dato suelto 4: Este punto anterior me recuerda que es aconsejable que encontremos una panadería confiable a un radio de 2 cuadras de donde nos estamos quedando y/o/u viviendo. Al encontrarla es bueno aferrarse a ella como se aferra uno a un barbero o una marca de desodorante.

Pedro, el infiltrado.