jueves, 29 de septiembre de 2011

Noche de galerías



De las cosas que más disfruto de esta ciudad son las actividades culturales gratuitas. Para poner mi emoción en contexto lo dibujaré con una imagen: Tengo dos Pedros luchando constantemente en mí. Por un lado está el Pedro que se las da de bohemio, disfruta cine "artístico" en lenguas raras, le gustan los museos de arte contemporáneo, le entretiene conocer manifestaciones creativas de cualquier tipo siempre y cuando apunten a lo novedoso. Pero por otro lado hay un Pedro del cual no estoy muy orgulloso, el Pedro agarrado y que le cuesta un mundo gastar plata. Ese disfruta cinco veces más una comida cuando sabe que la va a poder pagar con descuentos, es capaz de pasar hasta cinco veces por muestras gratis de pasapalos y bebidas. No es ahorrativo, es más bien medio mezquino con la platita. Los dos Pedros están constantemente en pugna, pero han encontrado en Buenos Aires la posibilidad de convivir en un mismo cuerpo.

Aquí vieron gratis a Caetano Veloso, a Bajofondo Tango Club y a Fabulosos Cadillacs. Aquí se gozan anualmente la noche de los museos, de la que hablaré con más detenimiento en una próxima entrada.  Y aquí están disfrutando actualmente de la semana del arte en Buenos Aires, un evento en el que abren las galerías de cada barrio por una noche, con djs, eventos especiales y, claro está, bebida y comidita gratis... ¿Ya? ¿Están contentos los dos Pedros? Bueno, a ver, dense las manos y no discutan más...

El miércoles fue el turno del circuito de Palermo. En resumen la pasamos bien bonito. En el primer sitio nos llenamos de cotufas (hablando de cotufas... Aquí les dicen pochoclos, en Colombia crispetas, más hacia el norte palomitas de maíz... Todos estamos de acuerdo en miles de palabras pero el maíz aireado por algún motivo nos exacerba el patriotismo...). En el segundo tomamos Red Bull y a partir de ahí fue pura champaña. Champaña de la buena. Me tomé como cinco copas, pero pude haberme tomado como diez. Sinceramente si me hubiese tomado todas las copas que me ofrecieron me hubiesen tenido que arrastrar de regreso a la casa. Por otro lado hubo buen arte, o por lo menos la champaña me hizo percibirlo como bueno... No, no, estoy casi seguro de que era bueno. Casi. De todo un poco: algo de diseño gráfico, algo de pinturas en óleo, algunas esculturas. Muy variado y muy bien organizado. ¿Mencioné lo de la champaña gratis?

Y muchos espectadores esnobistas y pretenciosos. La mayoría de ellos con sombreritos tontos que creen que les hacen ver cool y tal... Como este tonto:


Clase de sombrero, ¿no? Bueno, este soy yo en la exposición que más disfruté y que más expectativa le había puesto: la del caricaturista Liniers. Con el pasar de las últimas semanas me he vuelto un admirador ferviente del tipo. Si no lo conocen les cuento que su cuenta de twitter es de las que más risa me produce (@porliniers, a propósito), su comic Macanudo lo sigo todas las semanas en un periódico nacional y sus entrevistas dibujadas me parecen de las ideas más originales que he visto en mucho tiempo (aquí les dejo una que le hicieron a Les Luthiers, pero hay una a Jorge Drexler, a Ricardo Darin, etc... Entrevista a Les Luthiers). El tipo es un fenómeno. Su exposición de ayer eran todas obras que ha pintado durante un show que monta habitualmente con el músico Kevin Johansen. Liniers pinta, Johansen canta, todos somos felices (Clip del concierto). Además, terminé comprándome un libro de sus comics. Considerando que no había gastado nada en toda la noche, me pareció que podía invertir en algo. Tan agarrado no soy...

Bonita velada. A los que viven en Buenos Aires y lean esto a tiempo les recomiendo que asistan hoy a un recorrido similar en San Telmo y mañana en la Recoleta. Aquí el link: Semana del arte. A los que no viven en Buenos Aires, pues... Ja ja! No, mentira. Me queda por decirles que vengan a visitar, que la cosa está buena por acá en el sur.  Los dos Pedros lo certifican.

Pedro, el infiltrado, el que se las da de bohemio y el agarrado.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Todos terminan su sábado, unos pocos comienzan su domingo

7 y 30 de la mañana. Era domingo y regresábamos en el colectivo 168 a la casa.  Frente a nosotros había una pareja, ambos vestidos de negro, él recostado sobre el hombro izquierdo de ella, como para no caerse al suelo a causa del sueño. Al fondo de la unidad, en la última fila, dos muchachos también duermen, ambos bien vestidos pero con el aspecto corroído que tiene la ropa bonita cuando se ha bailado durante horas en ella, con un olor a cigarrillo y alcohol que no puedo olfatear pero que sé con certeza absoluta tienen encima. Como estos cuatro hay muchos más en los asientos y, como infiltrados entre ellos, Vicky, mi mamá y yo, regresando de una resonancia magnética fallida en las afueras de Buenos Aires.

Se que llama la atención lo de la resonancia. Pero esta entrada no es acerca de eso. Basta con saber que teníamos un examen tempranero que hacerle a mi mamá y por razones ajenas a nosotros no se pudo llevar a cabo. Esas cosas pasan. Pero, repito, esta entrada no es acerca de eso. Tiene más que ver con la famosa noche porteña, noche que aparecerá con mucha frecuencia en las líneas de este blog.



No puedo decirlo con 100% de certeza pero estoy casi seguro de que en los dos años y medio que llevo viviendo acá jamás había presenciado (sobrio) un amanecer de un domingo en Buenos Aires hasta ayer. Salimos de mi apartamento a las 5 y media de la mañana, en dirección hacia Vicente López, un barrio a las afueras de la capital. Aunque no recuerdo bien el orden sé que en el camino vimos:

- Un tipo borracho en plena avenida tratando de detener algún carro para que lo ayudase. No pudimos distinguir para qué necesitaba ayuda, pero estoy seguro de que era más el miedo que causaba en la gente que cualquier posibilidad de piedad. Ni una patrulla que nos pasó por un lado le dio importancia.
- Un Fiat Palio decorado de "recién casados" a la cabeza de una caravana de carros. 5 y media... De la mañana...
- Una camioneta de esas que por lo general cargan ganado vacuno, pero llena de gente cantando lo que parecían himnos de hinchada de fútbol. No supe distinguir cuántas personas iban adentro, pero por las manitos que de vez en cuando se distinguían y el ruido que hacían no debían ser menos de diez.

Lo más raro es que, como aún la ciudad estaba a oscuras, nada de esto me pareció demasiado fuera de lo normal. Pero de regreso en el 168, con el sol en pleno apogeo, no puedo negar que todo me resultó demasiado ajeno, como la sensación que se tiene cuando uno llega tarde a un chiste entre varios o cuando se entra media hora tarde a una película de cine francés. Eramos los únicos tres sobrevivientes en una epidemia que los había convertidos a todos en zombies. Pero zombies pacíficos cuya única intención era volver a casa a descansar la resaca. Mi mamá y Vicky durmieron todo el camino, pero en mí se desperto ese ojo de observador y no pude quitar mi mirada de la pareja de negro y de los muchachos al fondo de la unidad. De el tipo que entró dando tumbos, tardó 7 minutos en sacar sus monedas del bolsillo y luego se puso a discutir con una muchacha sentada a la que él mismo había tropezado. Del grupito que se montó con una bolsita de facturas en mano, agarrando desayuno antes de finalizar la jornada.  Finalizar la jornada... Todo se ve un poco distinto cuando se está del otro lado de la noche.

¿Quieres saber por qué la noche de Buenos Aires es famosa? Quizás baste con echar un paseíto en colectivo en la mañana de un domingo. Lo de la resonancia, me parece importante acotar, es opcional.

Pedro, el infiltrado

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Ni muerto ni de parranda

Desde el ocho de septiembre no actualizaba esto.  Trece días para ser exactos. Mucho se ha dicho de mi ausencia. Que si me había retirado del mundo de los blogs de una vez por todas, que si me habían visto de juerga consumiendo estupefacientes en islas del Mediterraneo celebrando mi postcumpleaños, que si me habían visto por las calles de Buenos Aires dando tumbos mientras gritaba a todo pulmón comparaciones de Argentina con Venezuela... Pero nada de eso es cierto. La única verdad es que tuve una pequeña emergencia familiar. Pero ya está resuelta, afortunadamente. Así que toca seguir escribiendo. Pero antes de meterme de lleno con eso, dedicaré la entrada de hoy a actualizar un poco lo sucedido en las últimas semanas así como a comentar algunas novedades del blog.


Caprichosos por fin se estrenó




Esta es una de las imágenes promocionales de Caprichosos de San Telmo, el documental en que estuve asistiendo en la dirección desde hace dos años y que por fin se estrenó en el Festival Internacional de Toronto esta semana que pasó. Esos seis son los personajes principales, liderados por el gordito de blanco, Pichi. Aparentemente fue bien recibida, pero tengo que esperar que vuelva Alison, la directora, y me eche todos los chismes, así como si fuésemos dos viejas chismosas. Por lo que pude observar en Twitter, los comentarios fueron positivos, a excepción de un tonto que dijo que casi se queda dormido. ¡Tonto, vale, tonto! Aún no sé cuándo se estrena aquí en Buenos Aires, pero probablemente sea por ahí por diciembre.  Para todo aquel que no aguante las ganas hasta diciembre dejo dos cosas: 

La ficha de la película en el festival, donde podrán ver además el trailer más reciente. 



Cambiecito de imagen del blog y una sección interactiva

Imagino que ya se habrán dado cuenta del cambio de la imagen en la cabecera del blog. Dicha creación se la debo a mi buena amiga Dika Faru, colombiana de nacimiento, diseñadora de vocación y buena nota de pana. Originalmente me acerqué a ella para pedirle un diseño de unas tarjetas de presentación para poder difundir la palabra del señor... Del señor Pedro Camacho y su blog Buenos Aires Infiltrado. Y me gustó tanto la imagen de las tarjetas que le pedí hacer una versión para la cabecera y ¡saz! Ahí la tienen. Gracias Diiiiika... 

Aprovecho la ocasión para ver si podemos juntos crear una nueva sección en el blog. La idea es que me envíen sus dudas, comentarios y preguntas al pedrocamacho84@gmail.com. Al juntar un buen número quincenal la idea sería hacer una entrada en el blog en las que las responda o las comente. Aún no tiene nombre ni nada, es más, puede que mañana lea esta idea y sienta que fue terrible y me arrepienta, pero ahorita, ahorita,  me parece buena idea, así que procedamos. Pueden ser cosas ligadas a Buenos Aires, o a mi vida, o  a lo mucho que les gusta el blog, o a lo mucho que quisieran que dejé de escribirlo y me dedique a otra cosa... Cualquier opinión es bienvenida. Bueno, no se vi bienvenida, pero por lo menos aceptada y sujeta a consideración.  


Y mi mamá también


Los que captaron la referencia cinematográfica de ese último subtítulo tienen puntos adicionales. Mi mamá sigue aquí infiltrando Buenos Aires conmigo. Debía irse este pasado miércoles, pero hubo algunos asuntitos que evitaron que eso pasase, así que quedan dos semanas más de cariño y, sobre todo, de comida de madre. Jeje. Han sido unos días muy divertidos, de los cuales me encargaré en la siguiente entrada, haciendo énfasis en el paseíto que juntos hicimos a Santiago de Chile.  Para despedirme dejo una fotito de ese viaje, probablemente mi favorita. Le puse de nombre: "Mi mamá, yo, una rama y un cerro nevado de fondo". No es muy buen título, pero es que en esta entrada puse un título y tres subtítulos y creo que se me acabó el tanque.



Pedro, el infiltrado.

PD: ¿Alguien sabe qué día es que llega la primavera? Ah, ¿es hoy? Oye vale, que bien. El frío se reduce y la alergia se acentúa. No se si alegrarme o temer por mi bienestar físico...

jueves, 8 de septiembre de 2011

Ay, que noche tan preciosa..

Me acabo de percatar de que el título de esta entrada y de esa canción para los ojos de alguien no venezolano debe hacerme ver bastante afeminado. Bueno, aclaro para los amigos de otras tierras que es el título de una canción que sólo se canta en Venezuela, previa al cumpleaños feliz que todos cantamos sin importar de dónde somos. Quien sea de mi tierra se la aprendió antes de los 3 años de edad. Aquí en Argentina, cuando he asistido a un festejo de algún coterráneo, la he cantado con especial entusiasmo, como un extraña exaltación de mi patriotismo, como si estuviese contento de que más nadie de ningún otro lugar pueda compartir eso conmigo sino un venezolano. Incluso tiendo a ver con desprecio a aquellos que no se la saben, como provocándolos, para hacerlos sentir incómodos. No mentira, eso no lo hago. Pero lo de cantar más fuerte si es verdad. (La canción en cuestión)

Entre las opiniones de las personas que la desconocían, las críticas hacia la canción son mixtas... Tengo una amiga colombiana que la considera un poco deprimente. Pero Schoffer, un panita español, me escribió esto ayer en mi Facebook al respecto: "Peeeedro!!! Feliz cumpleaños. Espero que estés bien, y que te canten feliz cumpleaños con la canción de Venezuela, tan bonita esa letra. Disfruta mucho. Un abrazoo!". La canción de Venezuela. ¿Qué tal?

Ah, esa fue mi manera de decir que ayer cumplí años, a propósito. No es que me provocó escribir de cumpleaños así de la nada. Ya muchos lectores del blog lo sabían pero aprovecho y se lo hago saber a los demás. Vayamos a una fotito conmemorando el cumpleaños al mejor estilo argentino.


Tan bella Mafalda.. Cuando me vine a vivir a Buenos Aires siempre tuve un poco de temor de pasar mi cumpleaños solo y desamparado en una ciudad lejana a la mía. Mi mente cinematográfica me llevaba a imaginarme asomado por la ventana de alguna casa porteña mientras la familia de un niñito le cantaba cumpleaños y yo veía atento, con el frío invadiendo mis huesos y las lágrimas brotando de mis ojos. ¿Dramático? Sí bueno, quizás un poquito no más. Pero afortunadamente mi mamá ha venido todos los años para esta fecha y siempre he contado con la buena fortuna de pocos pero buenos amigos que me han acompañado y se han consumido toda la bebida y comida de mi casa cada 7 de septiembre. Por eso estoy agradecido. Además lo estoy porque a distancia se valoran aún más que tu perfil de Facebook quedé inundado por mensajitos que van desde los cordial y parco hasta unos verdaderamente especiales. A todo aquel que me felicitó, un abrazo grande. A ti que no me felicitaste, te tengo en la lista negra, ¿oíste?  

La noche del 7 de septiembre me encontró cantando esa "canción de Venezuela", con un quesillo criollo en la mesa, mí mamá en un brazo y Vicky en el otro. ¿Qué más se puede pedir?

Pedro, el infiltrado

lunes, 5 de septiembre de 2011

Pero a mí siempre me gustó Les Luthiers...

Muchos venezolanos idealizan Argentina. Algunos que conozco la idolatran como la cuna del rock latinoamericano que es. Pasaron su infancia y adolescencia coreando en sus habitaciones las canciones de Fito, de Charly, eran los primeros en fila cuando Soda tocaba en Venezuela y podían recitar al pelo la discografía de Calamaro. Venir a Buenos Aires, fue sólo la realización inevitable de ese camino. Yo nunca fui de esos. Los escuchaba. Me gustaba su música, sí. Pero el rock argentino no me despertó las pasiones desenfrenadas que se que a muchos les despierta.

Para otros fue el fútbol, para algunos fue más el tango... La verdad es que antes de venir a visitarla por primera vez, Argentina no me quitaba mucho el sueño. Aquellos que me conocen saben que la ciudad de mis sueños siempre fue Barcelona. Pero por motivos diversos terminé fue acá, infiltrando Buenos Aires y no la ciudad española. Así es la vida. Pero lo que también es cierto es que, por encima de todo lo demás, siempre me gustó Les Luthiers.


Este es el bolero de los celos, una de mis piezas favoritas de la agrupación. La pude presenciar en vivo el pasado viernes en una antología que actualmente están presentando en el teatro Gran Rex. En mi familia se ha escuchado Les Luthiers desde que yo era niño. Con mi tío Arturo comparto "Yogurtu Ungué", la historia de un tío y un sobrino de una tribu africana. Con mi primo Tinedo comparto "el sendero de Warren Sánchez", un sketch acerca de una secta religiosa que él montó junto al grupo de teatro de la parroquia a la que asiste. En líneas generales, el humor de Les Luthiers corre en mi familia de una manera u otra, incluso de forma inconsciente. Sus juegos de palabras y sus ocurrencias son parte de mi forma de ser. En mi Ipod tenía toda su discografía y la escuchaba durante las largas colas caraqueñas, para evitar que se me volase un tapón en mi cabeza y dejase el carro en plena autopista en hora pico. Me aprendí sus rutinas y aún así me reía cada vez que las escuchaba. Si alguna vez te ha pasado eso con algo, entonces me entiendes.

Esta es la segunda vez que los veo en Buenos Aires. Fue especialmente bonito compartir la experiencia con mi mamá y haberle podido brindar la entrada. Nos reímos como locos, incluso antes de que empezara la obra mientras explorábamos sentados los programitas de mano. Aquí una secuencia de cómo eran y de cómo se "usaban".

El programa por fuera:


El programa desplegado:


El programita en mi cara:


Y, de ñapa, mi madre (alias, la chata), payaseando con el programita:


Si alguna vez estás en Buenos Aires o si actualmente vives en Buenos Aires, o si eres de Buenos Aires, o cualquier otra variante posible ligada a tu relación con Buenos Aires, te recomiendo que vayas a ver Les Luthiers en vivo. Y dale pronto porque los tipos están viejos. Muy viejos. O sea, si en los videos que uno ve de ellos por ahí eran viejos, hay que agregarle a eso como 20 años más. Dinosaurios pues. Pero nunca pierden la gracia. Argentina es rock, tango y fútbol. Eso es verdad. Pero a mí, por encima de todo,   siempre me gustó Les Luthiers.

Pedro, el infiltrado.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Album de fotos junto a toda la selección vinotinto

Publicidad engañosa de la peor calaña. Seguramente al acceder a esta entrada supusiste que te encontrarías con un montón de fotos mías con toda la selección de fútbol venezolana, la misma que tantas alegrías me trajo durante su ya legendaria participación en la copa América (para muestra, un botón: Diez razones para amar a al vinotinto). Pero no... Esta entrada no es acerca de fútbol. Es más, no contiene ni siquiera fotos de un equipo, sino de un sólo jugador. Es más, cómo será de fraudulenta esta promoción que ni siquiera hay varias fotos, sino una sola. 


Este sujeto es Greivis Vásquez y es el mejor jugador de basket venezolano en la actualidad. Para todos aquellos que no lo conocían, pues basta con decir que es el único jugador venezolano actualmente en la NBA y sólo el tercero en haber logrado llegar a esa categoría. Yo lo llamo afectuosamente Greivis Basket, sólo que él no lo sabe. Yo lo abordé al mejor estilo paparazzi a la salida de un encuentro de exhibición que jugo la selección venezolana en contra de la selección argentina en el Luna Park, aquí en Buenos Aires, todo en el marco de preparación para el preolímpico, que se juega actualmente en la ciudad de Mar del Plata. Ese encuentro al que asistí lamentablemente lo perdimos, pero tan sólo por 4 puntitos, un punto por cada venezolana que había en las gradas... Sí, sinceramente estábamos groseramente desequilibrados en cuanto a fanaticada.

Las entradas me las consiguió Jhanaly, una amiga que estudió conmigo en Caracas y ahora le maneja la prensa a la vinotinto basquetera. Además, me consiguió este encuentro incomodo con Greivis que sólo sonrió en el instante en que se disparó el flash. Quizás debió haber sido más simpático, considerando que no fui uno de esos chupamedias vendepatrias que se trató de tomar fotos con los jugadores de la selección argentina...

Ah... Cierto... Había olvidado esto... Bueno Greivis, ¿qué querías que hiciera? La verdad es que uno tiende a ponerse un poco bruto cuando alguien como Manu Ginobilli se encuentra a una distancia tan cerca como para tomarle una foto. Estoy especialmente orgulloso de la cara que puso Ginobilli en esta. Da la impresión de que justo después de que la foto se tomó, el tipo vino corriendo hacia mí, me arrancó el blackberry de la mano y lo reventó contra el piso mientras me gritaba insultos argentinos. Pero eso no pasó, así que tranquilos. Es más, me dio chance de tomar incluso una más


Esta es con Luis Scola, el iluminado. Parece una aparición en esta foto, un fantasma. La verdad es que el partido fue una experiencia única. Fue el primer partido de basket al que he asistido en toda mi vida a pesar de ser un seguidor de este deporte desde que era muy chico. Y lo viví en tercera fila, aupando a mi selección nacional y haciendo el ridículo tomándome fotos a distancia con los del otro equipo... Que joya..

Sólo queda desearle suerte a la vinotinto basquetera que, para el momento de escribir estas líneas, lleva un partido ganado y dos perdidos, pero ha demostrado buen juego.

Bueno, me voy ya que, como saben, mi mamá está por acá y me acaba de preguntar dónde guardamos el azúcar en la cocina.

Pedro, el infiltrado