No llevaba ni tres semanas viviendo en esta ciudad cuando hice mi primera fila del Bafici, el festival de cine independiente de Buenos Aires. Iba poco preparado, sin idea alguna de qué películas iba a elegir y una centena de opciones de las cuales escoger. Junto a Daniela y otros dos amigos me senté, catálogo en mano, en el piso, presto a definir mi selección oficial. La búsqueda arrojó unas 15 películas, de las cuales unas 5 resultaron ser buenas, unas 4 soportables y el resto una colección de bodrios en los que a) me tuve que salir de la sala o b) me quedé dormido inconsolablemente, en una de esas siestas que sólo un cine con una mala película en frente puede proporcionar. De la jornada maratónica de ese año quedó la siguiente imagen que nos tomó un fotógrafo del festival.
En los años posteriores fui puliendo el proceso, invertí cada vez más tiempo en evaluar las películas y los directores, hice bobadas como tablas en Excel con calendarios que incluían todas mis películas. Esas dos semanas que brindaba el Bafici se convirtieron en largos letargos en mi experiencia porteña, con pocos recuerdos más allá de aquellos que experimentaba en la sala de cine. Veía hasta 4 películas diarias, dejaba todo el dinero del mes en la taquilla. Me fui acostumbrando a la naturaleza del festival, que ofrece joyas escondidas y películas terribles casi en igual proporción (tuve un profesor que, ya desencantado, simplemente lo llamaba el Basofi). Empecé a entender la importancia del boca en boca, de las recomendaciones por adelantado. Me fui enterando de directores frecuentes en el festival. Como dirían en mi país, le fui agarrando el tumbao a la cosa.
En 2010 sufrí una ausencia de las salas, a causa de un viaje urgente que tuve que hacer a Venezuela, y sólo pude ver 5 películas. Como un futbolista obligado a perderse la temporada por fuerzas ajenas a su voluntad, lo sufrí y comprendí la importancia del Bafici en mi vida. Sí, suena exagerado. Y sí, lo es. Pero no importa. Lo cierto es que me cuesta desligar a esta ciudad del festival, es de lo que más disfruto, de lo que me trae recuerdos más gratos. Por ejemplo fue en el Bafici que conocí a la canadiense Alison Murray, mientras proyectaba esto. Fue ahí que me le acerqué y fue el disparador para terminar trabajando juntos en Caprichosos de San Telmo, un documental que (oh sorpresa...) se estrena en la actual edición del Bafici. Al final colocaré las fechas porque... Porque bueno, sería bien tonto si no promociono en mi propio blog esta vaina en la que trabajé durante dos años haciendo cámara y asistencia de dirección, ¿no? ¡Que bueno que están de acuerdo! El documental trata sobre una murga en Buenos Aires. Pero ya he escrito de ello acá en esta crónica y en esta vieja otra entrada en la que hay una foto loca de Ali, toda tatuada y con su canadianidad en full exhibición. El afiche a continuación:
Mi nombre está en las letricas pequeñas esas mínimas diminutas
microscopicas que están abajo. Pero está
Pero basta de la autopromoción. (Bueno, las fechas de proyección de Caprichosos y sí, ¡ya!). Si aún no han vivido su primer Bafici les recomiendo que se entreguen a la experiencia. Puede que tome un tiempo pulir el procedimiento para vivir un festival 100% satisfactorio, pero vale la pena. Sólo con tomarse un tiempito de investigar y ver algunos trailers previo a comprar entradas ya se va en buen camino. Recomiendo que compren las entradas pronto, sin embargo, porque leí que escasean un montón de películas y el festival ya comienza este miércoles 11 de abril. Cualquier sugerencia es recibida con mucho gusto en el blog, sobretodo considerando que ya los fastidié de sobra con mi única sugerencia. Y si llegan a ir a alguna de las funciones de Caprichosos avísenme o búsquenme en el público. Seré el de la cara de tonto y la sonrisota de oreja a oreja, feliz por haber logrado un crédito pequeñito en una las actividades que más asocio a mi experiencia en esta ciudad.
Pedro, el infiltrado
Que fino! Debe ser alucinante que algo propio se exhiba en un evento que se adora!
ResponderEliminarMe encanta. Que buenos recuerdos del Basofi, que buen espacio publicitario infiltrado en tu post de infiltrado y que bueno compartir una vez más la adrenalina del riesgo cinematográfico en el cual estamos por adentrarnos este año. Lo que sí no me parece tan bueno y nunca me había percatado, es el azul "servilleta de parador turístico" que elegiste para el fondo de tus entradas. Fin.
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